M. CALZADA CABANILLAS. Queridos paisanos y amigos, querer a Logrosán es fácil, vivir lejos muy difícil, de ahí que los reencuentros sean tan
intensos…, cada lugar, cada olor, se hace mágico.
Soy Logrosana, de las Villuercas, Extremeña por los cuatro costados, llevo a mi tierra en las venas, en el corazón y en el alma.
Hoy, que por primera vez me dirijo a vosotros, querría hacerlo, recordando a un Logrosano de pura cepa, recto y cabal como pocos, el hombre con la mirada azul más limpia que mis ojos han contemplado. A través de ellos podía ver un mundo diferente, lleno de ilusión y de alegría, el hombre al que más he amado en toda mi vida: Adolfo Francisco Cabanilllas, mi abuelo.
En mis artículos saldrá, sin lugar a dudas, pero hoy voy a centrarme en tres momentos, de gran intensidad, donde el AMOR, es el elemento común.
Tendría yo, unos ocho años, reconozco, que he sido y soy besucona hasta cansar. Entraba en su casa, antes que en la mía…..él me recibía con los brazos abiertos, corría hacia él y le llenaba de besos, todos correspondidos.
En un momento determinado, me dijo: se acabó, ya no tengo más hechos. Ante mi insistencia, se volvió, hizo una cosa rara con los brazos y se dio la vuelta, tomó mi cara entre sus manos y me dio el más dulce y hermoso de los besos…le pedí otro más…y me contestó: “Lo siento, tengo que volver a hacerlos”; me quedé con los ojos muy abiertos y pregunté: “Abuelo, ¿cómo se hacen los besos?”, se acercó hacia mí, cogió mis manos y mirándome a los ojos, me contestó: “EL BESO ERES TÚ”.
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