DON TOMÁS, LA FORMACIÓN DEL ESPÍRITU NACIONAL Y LOS TRABAJOS MANUALES.
Por Manuel Palacios
Conformábamos un grupo de alumnos en el que, evidentemente, había de todo, revoltosos, aplicados, chicas calladitas y otras que hablaban por los codos, buenos y malos estudiantes, delgados y gordos, listos y menos listos, cada uno con cualidades distintas, como bien se puede imaginar: otro microuniverso en expansión. Alguno comía tizas para que le subiera la fiebre, al rato se ponía blanco amarillento y podía irse a casa alegando enfermedad, otro contestó en examen de Historia que los monumentos megalíticos eran de arte gótico, como la Catedral de Santiago de Compostela, evidentemente, faltaría más. Otro plagió el libro de Geografía sin ser pillado, y, cuando Doña Antonia, al dar las notas, le anunció un cero, el alumno preguntó bastante indignado «¿por qué?» y ella contestó acusándolo, partidita de la risa, de haber copiado, porque en el examen se encontraba la prueba irrefutable del hecho. Ante la negativa del alumno a aceptarlo, leyó públicamente lo que tenía entre las manos. Tras una redacción exactamente igual a la del libro de geografía, así como hacia la mitad de la hoja escrita, el alumno había copiado (también) «…y en la página 138 podemos observar un beduino sacando agua de un pozo», ¿resultado?: ¡¡¡juerga popular!!!!…, y se disculpaba ella, entre carcajadas….,»es que hasta para copiar, hay que saber hacerlo !!!». Y hablando de letrillas, una, satírica, del CLA, se la debo a Don Tomás, que fue el que nos la contó:
Cuentan de Don Emilio que, un día,
tan malo y mísero estaba
que sólo desaprobaba
a aquellos que le salían.
¿Habrá otro, entre sí, decía,
más malo y mísero que yo?.
Y la respuesta halló viendo
que Doña Antonia iba suspendiendo
los pocos que él aprobó.
Otra que se me quedó grabada, y bien grabada. Parece que los niños nunca van a crecer. Resulta que sí que lo hacen. Y muchos no olvidan nada…o muy poco. Tras un examen, dando las notas, Belita Cascante tuvo un diez, mientras otra amiga, conocida de toda la vida, tesoro de mujer donde las haya, y tesoro mayor de la adorable madre que la parió, un suspenso rotundo. Alguien le echó a esta última alumna amiga mía una de las broncas más abominables que he escuchado, bronca que comenzó soltándole a la pobre chica de diez añitos que ella no era nada de nada ni lo sería nunca y que, de seguir así, su destino se encontraría, seguramente, limpiando en casas de gente como Belita.

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