OBITUARIO. Isidra Fernández, una logrosana de 101 años, muere en el País Vasco

Isidra Fernández Arroyo murió el pasado 28 de noviembre en la población guipuzcoana de Rentería, a donde emigró hace muchas décadas como tantos extremeños.

Su familia ha querido devolverla a sus raíces dedicándole este pequeño recuerde en el periódico de su pueblo.

Isidra nació el primer día de marzo del año 19 del siglo pasado en Logrosán, un pueblo muy distinto a lo que conocemos ahora.
Los datos demográficos nos dicen que en ese año Logrosán tenía 6000 habitantes, muchos de ellos residentes fuera del casco urbano, en fincas diseminadas por todo el término municipal. Una población muy desigual, con muchos logrosanos sin perspectivas de futuro lo que les empujó lejos, a la búsqueda de una vida mejor; la mayoría nunca regresó.

Los abuelos de Isidra llegaron a Logrosán a comienzos del siglo veinte desde Valdecaballeros, lugar donde abundaban por aquella época los jabalíes; probablemente de ahí el apodo por el que eran conocidos en el pueblo: «los jabalines».
Era la cuarta de cinco hermanos. El primero de los cuales emigró a Francia en tiempos de la guerra civil; el segundo murió en extrañas circunstancias cuando finalizaba el servicio militar (su muerte fue un poco sospechosa, al parecer cayó del camión que le transportaba y se le disparó el rifle, aunque la familia nunca supo de las verdaderas circunstancias); el tercero fue víctima de una grave enfermedad; y al más pequeño le alcanzó una bomba junto a sus padres durante la contienda civil en la localidad de Siruelas, bomba de la que Isidra, que ya tenía 16 años, se salvó de milagro pues había salido a que una tía suya le leyera la carta de un «noviete» (Isidra no sabía leer), nos cuenta su nieta Rosa María Soriano Fernández. Tras la tragedia, Isidra se quedó sola en el mundo.
Pasado un tiempo conoció un hombre con el y tuvo 3 hijos.
Isidra seguía sin encontrar la felicidad. El padre de sus hijos, que no llegó a casarse, la maltrataba y acabó abandonándola por otra mujer también de Logrosán. De sus tres hijos, el primero murió a los pocos meses de nacer por una meningitis. Las dos hijas que le quedaron a Isidra se llamaban Micaela y Nicanora, esta última madre de Rosamaría, la relatora de la azarosa vida de su abuela.

«Era muy pequeña Nicanora, mi madre», -cuenta Rosa- «cuando fueron abandonadas por su padre. Mi tía Micaela se casó con Juan Antonio Quintana, «el metalero» y tuvieron una pensión en la Torre; mi madre se casó con un «gorreto».
Mis tíos emigraron a Barcelona y mis padres a Guipúzcoa. Durante mucho tiempo mi abuela anduvo a caballo entre Barcelona y el País Vasco hasta morir mi tío. Entonces decidieron que se quedara a dar compañía y ayudar a mi tía con los nietos. Pero en los últimos años Micaela cayó enferma y ya no podía hacerse cargo de ella así que nos la trajimos aquí, a Rentería.
Hace un mes la abuela se contagió de coronavirus, aunque asintomática y aguantó como una jabata. Si en vez de morir ahora hubiese sido hace un mes no hubiese podido estar rodeada de todos los que la querían. Así que hasta eso consiguió ella. Su cuerpo lo mandamos a Barcelona y fue enterrada allí.»

«Era una persona maravillosa, que donde quiera que iba dejaba huella y todo el mundo la quería. A pesar de todo lo que había pasado en su vida no tenía ni malicia ni rencor.
Sin duda es la mejor persona que he conocido en mi vida. Mi guerrera de ojos grises. Ella solita consiguió criar a sus hijas y de ahí henos salido toda la familia que tiene»:


Hija mayor: Micaela – Juan Antonio Quintana
Nietos por esta parte
Miguel , Isi, Luis, Mari
Bisnietos:
Raquel,Óscar ,Carlos , Alejandro, Sergi, Anna.
Tataranietos:
Enzo y Althea.
Otra hija Nicanora y Santos soriano
Nietos :
Isa, Santos, Isidro, Rosa
Bisnietos:
Lander, Jakes, Itsasne ,Ohian y Kimetz

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