LECTURAS DEL FIN DE SEMANA: La Villalba (parte II)

LA VILLALBA  Y LA DESPEDIDA DE MAMA NINA 

   Manuel Palacios Ya sabemos que se me escapan gazapos….y gordos. La tía María Negra, era la hija del tío Canas, no su mujer. Mi abuelo Manuel era arrendatario del marqués de Gorbea, no su capataz. Gracias mil …a los que me corregís, y ánimo a los que aún no os atreveis a escribir, en vistas de decir, opinar, abundar  o, simplemente afinar….Si alguien se siente molesto porque “sabe más …o sabe …mucho mejor” lo siento. Sé  que cometo muchos errores, pero…gracias a la Vida y a cometerlos, sigo aprendiendo…

    Todos los años, por verano, y hasta la horrible fecha de la muerte de  tío Alfonso Loro, iba a pasar una temporadilla a la Villalba…nunca más de diez días, pero, para mí eran los mejores del año. Cambio absoluto de decorado. Cambio de escena. Cambio de interlocutores. Cercanía de otra naturaleza más cálida, seca y salvaje que la del pueblo. Cambio de régimen de vida…y de comidas, con lo difícil que resulta eso para un niño único bastante mimado, como yo lo era.

    Circulaba por La Villalba un potro precioso, pelirrojo clarito, con crin y cola, color cerveza rubia. Se mataban a decir que era mío. Mi caballo. Tener animales y no ocuparse de ellos es similar…a tener un jardín muy bonito…porque pagas a un jardinero. Mucha gente sólo apreciará  lo que consigue, mediando esfuerzo…o dinero. Lo regalado, lo que se te da gratis, sea lo que sea, cuesta valorarlo… Yo veía un caballo precioso, me decían que era mío…pero nunca lo monté, ni siquiera me acerqué, me daba un poco de repelús. Él era muy grande, y yo, más bien miedoso. Mi relación con los animales grandes nunca fue muy buena en la infancia, con aquellos más pequeños, por supuesto, era de amo a servidor. La que se me había enseñado. La que había visto la vida entera. Toda la creación estaba a los pies del hombre, que había sido colocado por Dios sobre la Tierra como “puto amo” de posesiones, tierras, árboles, casas, empresas con todo su personal, animales y mujeres (es que las mujeres no eran hombres, como Dios, y nosotros sí)  que te hubieran dejado en herencia, cuando tenías esa suerte, claro. El hombre, parece que ha comprendido que hubiese venido a este mundo a roturar, poner lindes, decir “esto es mío “, “esto es tuyo”…luchar denodadamente contra bancos,  administraciones, gobiernos y otros aficionados a lo ajeno, para conservar “su tesoro” e incrementarlo, en la medida de lo posible,  para su descendencia directa. Lo que andan dando en llamar “economía sostenible”, que …resulta que no se puede sostener, porque en un mundo precioso, pero, a la vez, y por desgracia, finito y limitadito, ….imaginemos, por un instante, a los miles de millones de personas de la China y la India viviendo, acaparando, consumiendo, y estafando, para medrar, a los demás habitantes de todo el mundo, como si fuesen un americano corriente, de clase media alta, y buena familia…

    Cada vez tengo más claro que el hombre ha sido puesto sobre este vergel terráqueo paradisíaco, y maravilloso, para cuidarse él, cuidar de su familia, cuidar de la Humanidad, conservar, mimar y amar al planeta, con todas sus posibles, y concomitantes, formas de vida. De ninguna manera para poseer, esclavizar o maltratar a su libre albedrío a ninguna tierra, árbol, animal…u otro ser humano, sea persona, niño, mujer, joven, o…. militar (parafraseo a Jardiel Poncela en “los ladrones somos gente honrada”) . Somos personas, no animales, no números, no objetos que consumen. La escuela neoliberal de Milton Friedman pretende que la economía sea un sálvese quien pueda, para así asimilarla a la evolución de las especies, “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Pero es que ésta especie nuestra…es muy especial, piensa, imagina, es solidaria, tenemos empatía; podemos ponernos en el lugar de terceros que sufren, en eso nos diferenciamos de los animales.. Que es mucho más interesante la sinergia que el antagonismo, me parece que no hace ni falta explicarlo.

     La Villalba siempre había sido una finca ecológica. Entonces ni siquiera sabíamos que lo fuese… Pero todas lo fueron, durante toda la Historia, y antes de que se “acuñara”  el epíteto como genial idea, rápidamente asimilada a todos los negocios posibles por los negociantes de nuestro particular Sistema. A lo sumo se le echaban a la tierra abonos, fosfatos, nitratos. ¿Quién no recuerda el anuncio de “NITRATO DE CHILE” en una pared de Trujillo cuando dicha ciudad se atravesaba, viniendo desde Cáceres a Logrosán?. Sí, estaba un poco antes de llegar al sitio donde vi el primer guardia urbano de mi vida, dirigiendo el tráfico desde su importante posición. Inusitado y feliz hecho. Justo en la placita de la que arranca la carretera de Plasencia.

    Aparte del abono químico, existía el natural, “ecológicamente extraordinario”, que los animales proveen en abundancia. Algunos de ellos no se encontraban estabulados. Campaban en libertad todo el santo día, rebuscando y comiendo lo que la tierra, tan generosamente, ofrece. El tío Lengo decía: “es que cuando nace un cordero en la Villalba, lo primero que hace… es darse de “jocico” contra un cardo…y así comienza a comprender a qué sitio, el caprichoso destino ha encaminado su nacimiento…. Insisto en que, antes de mi venida al mundo, no había cerramientos metálicos, no hacían falta. Cada tipo de animal tenía un encargado. Había porqueros, boyeros, cabreros, pastores de todo lo pastoreable. Las vacas, los bueyes de grandes cornamentas, siempre mansos, paseaban su nobleza con decidida parsimonia y paciencia infinita. Nunca se metían con nadie. Las cabras, subidas siempre en los sitios más raros y peligrosos, destrozando todo lo que hubiese que destrozar para llegar a comerse lo más difícil. Los pavos, que respondían con un nutridísimo, y estentóreo coro de “glu”, “glu”, “glu…”, todos a la vez, y casi al unísono, cada vez que chillábamos “¡¡¡….iiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!!!”, lo más agudo posible, gracias, Eugenio Canas, que fue quien me lo enseñó. Los cerdos, campando y “hozando” (siempre me ha quedado como término erótico-festivo, muy sugerente, el verbo “hozar”) a sus anchas, para destrozar el suelo que les tocaba en suerte,  ya fuese en su batuca o en el exterior. De la misma forma  que las cabras destrozaban todo lo que estaba por encima del suelo….Las gallinas, las ovejas….y ¡¡¡toda la tarea que da ocuparse de todos juntos….!!! el que no lo ha trabajado no lo sabe.

     El ritual de acompañar a la burra, cargada con las aguaderas,  periódicamente,  al pozo Paco, para traer agua en cuatro cántaros. El ir a bañarnos los niños, por la tarde a la charca vieja, justo antes de la caída del sol, cuando el aire abrasador empieza a atemperarse como preludio de la noche extremeña más llena de estrellas, hermosa de acogida y con orquesta natural a tuttiplen, de todo lo que podamos imaginar. Encontrar el agua de la charca calentita, calentita… con un olor a cieno…alucinante. Lo aburridas que tienen que encontrarse las tencas, que viven en las charcas… Era lo que había. No necesitábamos mucho más.

    En la Villalba, los niños andábamos todo el día en contacto absoluto con la Naturaleza, siempre aderezada, en verano, al calor de esa eterna bomba atómica de fusión que es el Sol, padre de la vida, entre los campos abiertos, el corral, y aquel establo grande, lleno de pilas, cuando, lamentablemente, cada año que pasaba, había menos animales para usarlas. Consecuencia: pilas vacías. Establo que disfrutaba la típica construcción de humilde propietario de casa de campo extremeña. Muros de piedra vista, techado con vigas de madera y tablas, daba, por tres aberturas muy amplias, a un  gran corral de piedra. Bajo las  vigas de madera del tejado, en el ángulo que se formaba contra los muros verticales, un sinfín de nidos de golondrinas imbricados unos con otros, a salvo de gatos. Una ciudad colgante de nidos. Las golondrinas tenían, en nuestra zona, un “status” especial. Se le podía tirar con una escopeta pajarera a cualquier cosa que se meneara, pero nunca a las golondrinas, aparte de que dicen que su carne,  no es agradable para comer porque amarga. Según una poesía… fueron ellas quienes arrancaron las espinas de la cabeza, a Jesucristo, en la Cruz. La tradición popular decía que era pecado disparar a una golondrina o tirar su nido. Hay costumbres preciosas, inspiradas por leyendas preciosas, no tengo absolutamente nada en contra. Las golondrinas son vecinas de toda la vida, alegran mi paisaje y  me resultan muy simpáticas desde que tengo conciencia de existencia. En la actualidad, y desde hace veinte años, tenemos  un solo nido en nuestra terraza, bajo el tejado, que ha sido remodelado por diferentes inquilinos, en dos ocasiones ya, y que sirve para que incuben varias familias de pájaros distintos desde la primavera al invierno, ninguna de esas familias paga alquiler, suerte que tienen los animales, cuando se comparan con nuestra “inteligente” especie, tan inteligente… que tiene que pagar una casa donde meterse a vivir ….Observar a nuestros inquilinos, y quererlos desde la cama, a través del cristal, sin ser visto, … eso es un lujo. Gracias, Vida.

     Un verano estuvimos en La Villalba, tía Sánchez, tío Alfonso, la prima Josefina y yo, pasando unos días, como siempre. Josefina y yo lo pasamos teta teta. De siesta en siesta, les leí, de cabo a rabo, el “Don Camilo”, de Giovanni Guareschi. Yo ya lo conocía, por haberlo leído muchas veces. Siempre  recomendaré su lectura. “Me lo sabía…”, y me regocijaba, esperando la reacción al impacto, en mis oyentes,  de tantos buenos golpes como provee dicha novelita. Así disfrutaba doblemente. La gente lee cada vez menos, cuando leer en grupo es un deporte fascinante, pero….ya hace tiempo que vamos por el camino de las imágenes, cuyo idioma, todo el mundo conoce, incluso no controlando otras lenguas que no sean su lengua materna.

     Guardo esa finca en el corazón, y me da, cada vez más pena, ir a pisarla sin poder ocuparme de la tierra  porque, francamente,  no puedo.

     Aventuras en la Villalba, antes y después de la muerte de tío Alfonso, nos han sucedido a mansalva. Hemos hecho matanza, hemos descargado y ordenado “pacas” de todo, destrozándonos las manos, porque, ni nosotros, ni nuestros padres, sabían que existía una cosa que se llamaban “guantes de trabajo”, y aunque lo hubieran sabido, creo que nunca habrían aceptado ofrecérnoslos, las manos que no tenían callos eran manos de señorito, y, no sé muy bien por qué, pero las “manos de señorito” no estaban bien vistas por los que nos daban las órdenes, es decir: sabemos que hay guantes, pero no hacen falta, el cuerpo humano te protege naturalmente con callos….Fale, colega. Intenta tú acariciar lo que quieras a una mujer con unas manos encallecidas, a ver qué dice…tanto más flagrante, cuanto más sensible sea la zona. Y luego me cuentas. Hemos metido paja en un pajar con el primo Juanito. Trabajo, francamente incómodo y agobiante. Si te ponías un pañuelo para no respirar tamo… mal, porque terminabas asfixiándote a pequeñas dosis, si no te lo ponías, te lo tragabas absolutamente todo, con todas las consecuencias…., el pulmón no importa, es mortal, pero a la larga…tras inhalar productos tóxicos, se muere uno mucho más tarde de fibrosis, cáncer…o silicosis, en el caso de los mineros. Muy importante resulta el tabaco, como “culpable, sin discusión”, o simple “testaferro”, pudiendo echarle al coleto cualquier enfermedad profesional, derivada de la inhalación incontrolada de cualquier sustancia nociva que se tercie…o se os pueda ocurrir. Todo el mundo fumaba, entonces…El resultado, hubiera sido, en el peor de los casos, una trivial bronquitis crónica. Y otro asunto importante, es que la paja lleva alérgenos. Menos mal que entonces casi no habíamos oído hablar de alergia…la primera persona que conocí alérgica, y diagnosticada, fue Olivia, mi segunda novia.  Decía mi padre que lo de la alergia era porque Olivia era…“de ciudad”, y como jorobado por el asunto, en tono medio resignado, medio denigrante, sentenciaba que Olivia, por desgracia, era “alérgica al campo”.  Ella no podía salir de la casa de la Villalba, durante la  Primavera, a tan “infinita piscina” llena de polen de encina, que le cortaba “ipso facto” la respiración, mediado un ineluctable broncoespasmo , ojos rojos llorando continuamente, la nariz, literalmente, goteando líquido, y a menudo, crisis brutales de estornudos sin ton ni son.

    Para la labor de descargar paja en un pajar, sin más luz o ventilación que lo que pudiera entrar por una ventana amplia en el muro de piedra, a unos dos metros de altura , no había mejor remuneración que ir a tirarse a la charca después, en pelota picada, para dejar allí todo el tamo y las pajitas flotando.

    O el día en que a mi padre se le antojó que pescáramos con un trasmallo (está prohibido) en el Pizarroso, y mientras evolucionábamos, oímos a uno, que, por allí pasaba, comentar…”pues no os han empezado a picar las piernas todavía, lo llevais claro…”. En ese momento no lo entendí, pero dos horas después sí. Era a causa de un alga rojiza urticante con efecto retardado. A mí me comenzó la comezón cuando volvíamos, para comer, al pueblo. Veía yo a mi primo rascarse las piernas mientras conducía, con más fruición que delectación….¡qué mal lo pasé esa siesta!, tuve que usar crema de cortisona, porque se me pusieron las piernas rojas con una reacción alérgica que me afectó bastante, incluso al estado general. El rascarse no servía de nada, pero aliviaba mientras te rascabas. No sé qué le pasó a Juanito, pero tampoco debió sentirlo muy grave. Nunca lo hemos comentado.

    A Don Benigno había que llevarlo por toda la finca en el coche, porque no se podía mover, así que, misión fundamental, en La Villalba, fue “despedrar”. Pasamos haciéndolo unas cuantas temporadas. Incluso he faenado con mis amigos de la Universidad, un año que se me ocurrió llevármelos de acampada por el verano. Mi padre, que era el que nos había mandado a trabajar “de balde” decía: mira, unos estudiantes de Medicina despedrando…¡¡Qué bonito, qué ejemplar!!.

    Hay que ponerse en su sitio. La persona que está en una silla de ruedas sabe muy bien el tesoro que, casi siempre inconscientemente, poseen aquellos que no la necesitan, y sabe bien que nunca serán capaces de apreciar el hecho, aparentemente fácil, de moverse de un lado para otro con la libertad que te dan tus piernas sanas. Ese trabajo, más tonto que pesado, nos tocó, en aquella ocasión, compartirlo con Francisco Serrano, entonces “Pinky”, del que siempre he dicho que es como si hubiese sido mi hermano pequeño. Recoger piedras…, carretilla y marcha. Y mientras tanto Pinky, no paraba de cantar, entre bromas, chanzas y comentarios de mis amigos Daniel, Angela, Rosa, Olivia y Edurne,  una canción que andaba a la moda: “Te lo juro, Juana, te lo juro, Juana…”. Todo para que el último coche de Don Benigno pudiese acercarlo, correctamente conducido por un “aguisillo” a la geografía integral de su pequeño imperio, y él pudiese decir: “Hijo mío: algún día todas estas deudas serán tuyas…”, es broma, claro. Un chiste muy malo. Mi padre no dejó ninguna deuda, pero sí deudores, de los cuales algunos siguen siéndolo. Desengañado, me dijo: “Manuel: no te metas en pleitos nunca, la Justicia española, simplemente, no funciona”, ya me estoy dando cuenta. Ladrones siempre hubo, pero cambiaron las incomodidades de la Sierra Morena por un ordenador de última generación bien conectado, y ahora, el trabuco y “La bolsa o la vida”, ya ni son necesarios. Se mueven a golpe de tecla “intro”, sin ningún riesgo….para ellos, que son los mismos que redactan las leyes. Lo que sí me legó, y eso siempre lo tendré que agradecer, fue  un culturón bastante consistente, el afán de aprender, y profundizar, más y más de todo, y un oficio precioso para ganarme la vida. Eran otros tiempos, por aquel entonces no había tanto chorizo, ni tanto incompetente con sueldo exorbitante, pagado religiosamente por el pueblo español, como ahora. En estos tiempos que corren,  esa frase del chiste, conecta, casi por defecto, con la triste realidad de muchas familias honradas, tras treinta y muchos años de falsa democracia y saqueos continuados a nuestro erario público, ¡¡Ay….pena, penita, pena,….!!!!.

     El Seat 1430 era “familiar”. Color beige tirando a claro. A prueba de todo el  polvo que hiciese falta. Bajo de barriga, a veces se la rascaba cuando el  suelo era alto, entre las ruedas, pero recorría caminos horrendos en invierno, veredas floreadas llenas de baches, en primavera, cerrillos y arroyos secos en verano, casi siempre en primera…sirviendo para que mi padre pudiera observar todo lo observable y decidir todo lo decidible. A veces, sus acólitos, enviados a hacer cualquier cosa, esperaban a alejarse tras el cerrillo y cuando no podían ser vistos desde el coche, se echaban en el campo a no hacer nada, por puro afán de contradecir su destino, y anhelantes de disfrutar una libertad que el Sistema nos robó a todos desde la cuna.

    Ya he contado que compró, y cortó, más de las dos terceras partes del monte, tupidísimo monte, en el que te podías, incluso, medio desorientar. Tenía un encanto muy personal. Ahora, la Villalba es exactamente igual a cualquier finca de los contornos. Asímismo, sembró el terreno de pequeñas presas para que todos los animales pudiesen beber sin tener que llevarlos a la Charca Vieja. Soñó, incluso, sembrar maíz. Yo pensaba, que no decía: …¿cómo quiere Don Benigno sembrar maíz, si esto es un secarral?…En el primer intento, creo que salieron unas cuantas plantas en la Primavera y no era el mes de Julio, cuando las tocabas y se les pulverizaban las hojas, como si fuesen las antiguas bolas del árbol de Navidad….esas que se rompían…mirándolas.

    Por el 1430 pasaba de todo, sobre todo, ya lo hemos comentado, mucho, mucho polvo…desde un intermitente que acumuló tanto en su interior,  que incluso, en Primavera, creció una flor. Se veía cada vez que funcionaba el piloto.

    Un perro día de invierno, mi padre decididió, en medio de un aguacero, pero aguacero…aguacero…volver a Logrosán pasando por Zorita. La verdad es que solía estar mejor el camino. Conseguimos, sin mayor problema, llegar a Pizarroso….

    Pizarroso es un “río”, bueno, lo de río es mucho decir. En verano está más seco que la pata ´ Perico. La tarde noche se venía cayendo con bastante celeridad, diluída en un chaparrón indecente. ¡Las ganas que teníamos de llegar a casa!. Ya….Pero Pizarroso no era el del verano, Pizarroso estaba, incluso, crecido. Y parecía que cada vez llevase más agua. Conducía Antonio Carmona, gran persona, sin discusión, y amigo, desde la escuela. Detrás íbamos Juan Manrique, mi madre y yo. Se paró, antes de cruzar, a unos seis metros, como esperando órdenes, porque, sinceramente, daba miedo. El padre dijo: acelera bien antes de entrar.

    Antonio aceleró, y se metió, con todas las ganas. Cuando andábamos por la mitad, justamente, al coche, calado ya hasta los huesos, con las ruedas completamente debajo del agua, se le caló, también, el motor. Al principio no pasó nada, pero, poco a poco comenzó a entrar agua por debajo de las puertas y subía… y subía…, eso sí, muy lentamente. El Pizarroso parecía que, cada vez, iba más crecido, no tanto como para llevarse el coche, pero el agua podía entrar por las ventanillas. Transcurrió un larguísimo minuto…creo que mi padre andaba esperando que se nos ocurriera algo a alguno, debe ser que no se daba cuenta que solamente a él se le podían ocurrir las ideas en los momentos de gran urgencia.

    “¿Habrá que hacer algo, no?”…Pensé (a decir no me atrevía): “pues dínos lo que hay que hacer”….continuaba pensando yo. El asunto apremiaba, porque el caudal del río era cada vez mayor, ….y a mi padre, parapléjico, el más desvalido,  le estaba empezando a agobiar la situación.

    “Qué hacemos….???, dije en voz alta. La estentórea respuesta no se hizo esperar: “Pues…¿qué va a haber que hacer???…Salir del coche para empujarlo, no???”, contestó Don Benigno.

     Claro, ¿cómo no se nos había ocurrido?…Invierno. Frío. Húmedo. Avería. Lluvia copiosa. Río crecido. Coche empantanado y ….”Señor: sácanos de aquí, que perecemos…”. Antonio continuaba sin soltar el volante, Juan, y yo, salimos por la puerta opuesta a la corriente, para  encontrarnos metidos en el  agua, hasta la cintura, empujando un coche, con el que no podíamos de ninguna manera, en punto muerto. Antonio, bajo las recomendaciones del copiloto, empezó a intentar arrancar, con la primera marcha puesta… Por aquel entonces, yo no sabía que cuando se mete el tubo de escape bajo el agua, el coche se detiene, se “cala”, por eso hay todoterrenos que lo llevan en la parte más alta.

     La primera vez, con el contacto, el coche se movió veinte centímetros, luego otros veinte, entre los empujones y el “uam…uam…uam” del arranque que no arrancaba….en cinco minutos logramos salir del río….Pero el susto no se desvaneció por completo,  hasta que no se vació todo de todo, y poco tiempo después…se dignara arrancar a la primera, como un general. Todo un profesional. Todo un caballero el 1430. La cosa quedó, para el recuerdo, como un mal momento….de esos que, por mucho que vivas, nunca se olvidan. Ese coche es a mi vida… casi más que el Colegio de Hijos de Médicos en el que estudié y que creo que va a merecer un capítulo, aunque el único conocido vuestro sea mi persona…

   El 1430 ranchera, fue una auténtica institución. Sin ser coche de campo…se paseó por los terrenos más abruptos que imaginar puédase…sin perecer en ningún intento, corrió, trotó, voló, y nadó. Sin duda, uno de los mejores carros que he disfrutado. Hemos vivido con él alguna pena y muchas alegrías. Siempre fiel hasta su desaparición, mi padre quería dejarlo en el  museo familiar. De usarlo para ir al Foro, jugar a “Starsky y Hutch”, de manera inconsciente, o darle una vuelta a cualquier forastero, en plan rallie por el intrincado trazado de calles de Logrosán, bravatas de adolescente inconsciente, durante las cuales algunas señoras, que cosían, se tenían que levantar a toda velocidad y quitar su sillita del medio de la calle. En otra ocasión sirvió para traer seis machos de raza “Île de France”, que fuimos a comprar Juan Manrique y yo…nada más cerca y a mano que a Alfaro, en La Rioja. A la salida de Logrosán, como a las seis de la mañana, nos paró la Guardia Civil, en el cruce del Río. En un pueblo se conoce todo el mundo, nos pidieron la documentación, y nos preguntaron que adónde íbamos….Yo pensé: ¡¡Huate!!…¡¡que no queremos tomate..!!!. De dónde venís?….De casa. Y…¿¿adónde vais??….mmmmmm….A Alfaro, en Logroño, a comprar corderos. El guardia, creo recordar que era el padre de la Carmen “Tostao”, se exclamó, sin comprender: “….¿¿¿a comprar corderos…???…a Looogroooñoooo….????, como si pensara a la vez que lo decía: “a ver, chicos, contadme ahora una de romanos…!!!” A lo peor, nosotros tampoco comprendíamos, lo de ir tan lejos a por corderos, pero solamente obedecíamos órdenes. Refunfuñando para sí, nos dejó continuar el camino, ¡¡¡menos mal!!!. Llevábamos, en esa ocasión, una tienda de campaña para pernoctar….Al llegar a Alfaro, buscamos sitio para ponerla. Era de noche. Ni nos percatamos, a causa de la falta de iluminación, de que la colocábamos en el parque del centro de Alfaro….cuando despertamos estábamos rodeados de gente que paseaba. Nos llevamos las manos a la cabeza. Un buen viaje, si señor. Y la vuelta, por Soria, fue otro día entero de camino, olíamos a borrego puro, cuando llegamos a La Villalba….que echábamos para atrás….

    Cosas de ganaderos de otros tiempos. Cuando el campo se llevaba “románticamente”. En los que corren, parece que los señores que lo reglamentan todo, y que ni se imaginan el trabajo que da el campo…se esfuerzan en que las personas que tienen que trabajar duramente a diario….consagren cada vez más tiempo a aprender teoría económica de gestión empresarial, y en el poco tiempo que les queda libre, rellenar alambicados formularios y proporcionar papeles tras papeles,  en el caso de que no puedan  pagar a “papelitos” para que se los rellenen, en vez de ocuparse de lo que realmente tienen que ocuparse, que es de su trabajo. La burocracia se cree dueña y señora, no respeta a nadie, siempre en nombre de los que piensan que el mundo entero es Burocracia, porque ellos no son capaces de salirse de esa lacra. Si el Estado quiere papeles…que se los hagan ellos, ¿no?…para eso les pagamos el oro y el moro, y tienen empleados de sobra para todo lo que se les antoje, pero, debe ser una especie de “servilismo” que viene del siglo XVIII….Yo tengo el poder…y te digo que voy a cambiar  las normativas, porque me apetece, ¿¿vale…??….Ahora necesito este papel….y ahora este otro,…Ten cuidado conmigo, que te puedo hacer pedazos usando “mi fuerza”….España siempre ha estado en manos de prepotentes….Eso no va a cambiar de la noche a la mañana. Conozco bastantes intachables trabajadores, que no salen de una depresión, para caer en otra, cada vez que al burócrata (parece que se creen muy, muy listos), inconsciente y poderoso, de turno, se le ocurre una “nueva veleidad burocrática”…Es que en este país siempre se ha confundido la política con la gestión, la contabilidad y la burocracia, y cada vez peor. Nada que argumentar. Antes se decía…es que son órdenes de Madrid, ahora es mucho peor, vienen de Berlin, a Madrid todavía se podía ir a partirle la boca a algún malnacido, pero Alemania queda demasiado lejos. Se ha vuelto mucho más difícil protestar. Ellos lo saben muy bien, lo han hecho “aposta”.

    En la actualidad es Manolo Gil quien se ocupa de mantener la finca, tiene cerdos ibéricos y ovejas, lo lleva todo él solo. Cada vez que el Podeerrr le obliga a hacer, o traer más y más  papeles, o a ingeniárselas para “escapar de alguna forma” a la presión del prepotente-inconsciente de turno, sentado en un cómodo despacho cacereño, o emeritense, se lleva las manos a la cabeza y se agarra una depresión.

    No tendría nada yo en contra de la gran Empresa, las multinacionales, las financieras, las casas de Seguros, la Política, el Poder y los especuladores, si no fuera porque nos han metido en un camino (de beneficio para…ellos) en el que quieren (consciente o inconscientemente) desnaturalizar todo lo natural, y, de paso, deshumanizar la Humanidad y todo lo humano (espero que sin resultado, claro)… poquito a poco, poquito a poco. Solamente creeré en un burócrata que sea capaz de llevar una finca como La Villalba él solo…y en las normativas que dicte ese burócrata. No se pueden hacer leyes ni normativas, cuando el que las redacta, que nunca es el que trabaja en el campo, ni se imagina lo que le cuesta a la gente salir adelante día a día, ni siquiera sabe lo que son un pico y una pala…. LOS ODIO CON TODA MI ALMA.

    Una vez, encontré a mi abuela Catalina llorando amargamente, le habían mandado una carta de la Administración hablando de unos “barrenos”, y ella se mataba entre sollozo y jipío diciendo que “allá” nadie había tirado barrenos, fui a hablar con mi padre y, muy tranquilo, me dijo que la palabra era “baremo”, y que el papel no era importante. Para mi abuela, recibir una carta de la Administración Pública, era, en la práctica,  como una sentencia a muerte, preocupación, o angustia. Mi padre ya se lo había explicado, pero su llanto continuaba, simplemente por inercia. No los perdono, no los puedo perdonar.

    Termino hablando de algo muy tierno acerca de mi abuela, mama Nina y que quiero tratar con todo mimo. La abuela que me crió, me soportó de todo, y me hizo, sabiéndolo ella perfectamente, el último día de su vida, tres de los mejores regalos que se me han hecho.

    Fue el día que se casaba Antonio Pina con Consuelo Grande. Yo había llegado, con mi hijo Gabriel. Teníamos un organito eléctrico para cantar en la boda. Mi abuela llevaba sufriendo un cáncer de mama desde los  80 años, mis padres habían juzgado mejor no operar…Yo ya era médico, pero no discutía ese tipo de decisiones. Mama Nina no estaba bajo mi tutela. Él, simplemente, me había dicho: “Han diagnosticado a tu abuela un cáncer de mama, y he pensado que no la vamos a llevar a ningún Hospital”. Lo acepté, no me pareció mala actitud.

    A la sazón, mi abuela tenía noventa y pocos años. Doce años después del diagnóstico. Y todavía, cuando se le daban motivos para reir, era la primera que soltaba una carcajada larguísima, interminable, de esas histéricas,  contagiosas, que se engarzan y engarzan sin final, y  terminan haciéndote toser del agobio, soltar las lágrimas, y a algunas señoras…el pis, vale la expresión…”mearse de risa”, cuando le contábamos Pinky y yo, entre carcajadas, sin ir más lejos, que el juez Caramba se pasaba el día disparando a terrones con una escopeta, fíjate tú qué tontería, eso no hace daño a nadie….

    Amén de las muchas risas, sí la he visto bastantes veces, mientras cosía y cosía y cosía… un gesto de impaciencia, como espasmódico y repentino, seguido de sollozos inconsolables, cada vez que escuchaba un tractor pasando, porque le recordaba a su hijo querido, aquel que, por sistema, lo primero que hacía al terminar su jornada del campo era venir  a ver a su madre, utilizando su  tractor, para darle un beso, y comerse un cacho pan con patatera antes de ir a la suya propia, cerca del Instituto, a la otra parte del pueblo.

     La he escuhado grandes lamentos y suspiros, a causa de sus  dolores de rodilla y articulaciones varias, nunca le hablé de su cáncer, y ella nunca se quejó, ni sé si se lo habían dicho, pero muchas veces, la sentí decir que… ¡¡¡cómo no vendría Dios a llevársela de una vez!!!. Conservó una lucidez mental irreprochable, hasta el último día, es más,  creo que su consciencia y su comprensión, mejoraban al paso de los años. Siempre la quise de una manera especial. Era algo parecido a mi madre, pero en versión absolutamente cómplice y condescendiente…, ví alguna vez cómo la curaba Juan Carlos, el pediatra, de su lesión, gracias mil, tío, y parece que llevaba delicadina un par de semanas. Con noventa y tantos años…no se puede pedir más.

     El día de la boda, yo había venido de Madrid por la mañana. Después de comer, mientras esperábamos la hora de ir a la Iglesia de San Mateo, sentado en el sofá, sentí que se me solicitaba en silencio…con tanto apremio que se me escapó la vista de la puñetera televisión y la miré, a tres metros de distancia, sentada a la camilla. La miré directamente a los ojos azules, y llenos de ternura, porque había sentido que me solicitaba. No recuerdo cuánto tiempo duró la conexión, menos de un minuto, pero…qué fuerza. El tiempo de los dos se fundió, y se “detuvo”. Nunca, nadie me había mirado a los ojos con tanta intensidad. Lo que ví , y lo que sentí, fue tan emocionante, tan grande, tan fuera de mi comprensión, tan sobrecogedor, que sigo impactado y continúo aprendiendo de aquel momento sublime, casi veinte años después.

   Fuimos a la boda, al convite, y al baile. Una boda preciosa, sencilla, y esperada. Por la noche, en “La Parrilla”, aquella Parrilla que siempre fue una maravilla, y no entiendo muy bien por qué se cerró, se encontraba uno allí dentro…como en casa, o mejor, incluso. Habían abierto, al lado del salón, una “minidiscoteca”, vino un disc-jockey forastero, y andábamos moviendo el esqueleto, cuando Trini vino a decirme que mi abuela había muerto.

   Yo era demasiado joven aún, como para no haber comprendido, incluso después de la repentina muerte de mi padre, que es muy bueno zanjar relaciones con todo el mundo siempre…a ser posible en términos cariñosos, porque no sabes ni dónde ni cuándo los vas a perder….o te vas a perder tú. No lo había previsto, no me lo esperaba, pero sí me había despedido ya muchas veces, y hecho las paces con ella, sin decírselo, cosas de la relación que pueda tener uno con su propio corazón, o con su alma y tu nexo con la persona querida.

    Cogí el coche y llegué a casa, abracé a mi madre, que lloraba, pero, de alguna forma se lo esperaba, un día u otro. De repente me llegó la revelación.

    Entonces recordé bien, lo recordé todo, porque sabía que era algo muy grande, y lo tenía almacenado en memoria preferente… me taladró el recuerdo cercano. Cuando desvié la mirada de la televisión, porque sentí la suya solicitando mi alma, cuando la miré y le sostuve la mirada, sentí que algo muy grande estaba pasando, y que ella, a la vez, me transmitía una inmensa paz…., como si comprendiera que yo tenía algo de miedo por sentir lo que estaba sintiendo. Aquella cara que yo contemplé…no era ya la de mi abuela. Tenía como un halo. Como si estuviera iluminada. Su rostro se había vuelto más delicado. Transparente. Mucho más bello de lo que nunca la había visto, porque, a lo peor, y, desgraciadamente, es muy posible, antes, ni siquiera me había fijado. Su rostro tranquilo, eternamente plácido, era radiante  y destilaba una absoluta paz, como si ya nada fuese a importar nada a partir de ese momento. Nunca había yo escuchado a nadie hablarme directamente al alma con la mirada. De decirle algo  yo con la mía,… ni hablemos, eso es más cosa de mentes femeninas, natural, y emocionalmente mucho más evolucionadas, y muy difícil de entender para machos ibéricos, con cualquier grado de maduración. Debe ser que a mi sensibilidad se le dio, de repente, en aquel momento, la llave para acceder al lenguaje no verbal, aquello no era un grito, no. Aquello fue una carrera entera de Filosofía sin una sola sílaba, en, no sé cuántos, segundos, ni recuerdo la duración, ni importa…Poco a poco, y con el paso de los años, comencé a descifrar aquello tan enorme… y comprendí el mensaje. Lo sé, porque luego he “sentido” lo mismo otras veces, cuando me he encontrado ante  personas que han muerto un día después.

    Mi abuela me estaba diciendo, me ha costado muchos años de traducción, repito, y no exagero: “Hijo, sé que voy a morir, sé que debería haber muerto ya, pero te quiero hacer tres regalos antes de irme. El primero, es que he pedido toda la prórroga posible para no aguaros la boda de Antonio y Consuelo. Sé que  voy a morir después, después de la comida, cuando el baile esté avanzado, pero me encuentro lista para el viaje y estoy en paz conmigo misma. El segundo es, que todo lo que me faltaba por decirte hasta este momento lo podrás encontrar, solamente recordando esta mirada, echa mano de ella cuando lo necesites. Y el tercer regalo es que te bendigo, te lo perdono todo, y espero que algún día madures lo suficiente, como para poder aprender a hacer felices a todas las personas que puedas. ¡¡Adiós, hijo mío!!”.

   Muchas gracias, Mama Nina, pocos regalos parecidos he recibido en esta Vida como el que me hiciste tu último día, nos vemos de nuevo, seguramente  antes de que pasen sesenta  años.
MANUEL PALACIOS