El domingo doce de Noviembre llegué a Logrosán, MI TIERRA.
Hacía más de un año, que tenía una necesidad imperiosa, volver a mis orígenes, cerrar puertas y abrir ventanas, y eso sólo podía hacerlo donde eché mis raíces, donde me arraigué.
El ser humano, pasa por buenos y malos momentos, en estos últimos, cuando te ves física y psicológicamente superada, desbordada, necesitas, o al menos ese es mi caso, asirme a los momentos y a los lugares donde fui inmensamente feliz, y ese lugar y esos momentos me conducían a Extremadura, a Logrosán, mi pueblo amado.
Por ello lejos de ser un viaje cualquiera, era algo especial, había una promesa por medio que tenía que cumplir, acudir a dos lugares, uno común a todos mis paisanos, como es la Ermita del Consuelo y otro más personal, donde sólo me esperaba una losa, detrás de la cual, solo existen cenizas, aunque cenizas enamoradas.
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