No creo ni en reyes, ni reinas, ni príncipes azules, pero si alguien pudiera ostentar ese título serías tú, querida abuela. La
REINA DE LAS REINAS.
En Logrosán, un 24 Diciembre de 1909, nació mi abuela María del Consuelo Ciudad Muñoz.
Cuando mi madre habla de ti, siempre me dice lo mismo: tenía la cara de la Virgen del Consuelo, fue una mujer bellísima.
Hija de Vicente y de Juana, fue la mayor de nueve hermanos, dos : Esteban y Sebastián murieron de pequeños de difteria y un tercero, también llamado Sebastián, murió en la guerra.
Mi bisabuela Juana trabajaba en un horno todo el día. Mi abuela se quedaba al cuidado de sus hermanos menores, hacia comidas, lavaba… y por la tarde trabajaba en un telar, tejiendo. Sus hermanos pequeños la llamaban “mama”.
Después de muchos años de novios, se casó con mi abuelo Adolfo Francisco, su complemento ideal, de ellos nacieron cinco hijos: un varón y cuatro hijas. Un matrimonio de amor, jamás vi una falta de respeto en esa casa, una palabra más alta que otra, eran el uno para el otro y los dos para sus cinco hijos.
Me contaba mi abuela que cuando llevaba siete años con mi abuelo de novios, una noche “pelando la pava” en la puerta de casa , mi abuelo la plantó un beso en la cara, ella le dio tal guantazo que llevó la marca varios días. Noche tras noche, mi abuelo acudía a verla y ella cuando lo veía venir le cerraba la puerta en las narices, así durante meses…el aguantó y ella lo perdonó. Yo no me lo podía creer, después de siete años de novios. Ahora sé de donde me viene a mí la mala uva “en ciertos aspectos”.
Tenían una carnicería, en mi vida he visto a una mujer trabajar tanto.
No todas las mujeres de carniceros preparaban los vientres de las reses, ella sí, hacía sus morcillas de cebolla (parece que la estoy viendo con el embudo), pelaba y limpiaba las patas, los callos… ella sabía que todo eso tenía salida con gente más humilde. Todo lo que sacaba de ese trabajo, mi abuelo se lo dejaba íntegramente a ella. Iba metiendo las perrinas en un bote. ¡ Cuántas veces mi abuelo , mi madre y mis tías, accedían al bote para ver todo el dinero que tenía ahorrado! Cuando ella miraba siempre se daba cuenta… anda que no controlaba.
Me cuenta mi madre, que ese dinero lo utilizaba ella para necesidades de los hijos, zapatos, medias, telas para vestidos…y cuando vendía mi abuelo las pieles a los pieleros, lo primero que se compraba era la colonia para las hijas. Todavía hoy, cuando voy a Logrosán me recuerdan las morcillas de mi abuela, insuperables.
En los veranos se tiraba hasta las tres o cuatro de la mañana soplando tripas para secarlas. Lo hacía por la noche para que no picaran el material las avispas, por las mañanas las recogía secas. En el invierno era una venta más garantizada.
Siempre tuve más pasión por el abuelo, quizás por su carácter más abierto y cariñoso. Con el tiempo me di cuenta que ÉL sin ELLA, no hubiera sido lo que fue.
Era muy callada y seria, me decía: “mira hija, el mejor paño en el arca se vende” “las que están todo el día por la calle, están más vistas que las alpargatas de tres reales” “ una mujer tiene que ser una señorita en la calle y una señora en su casa” “no te rías jamás a carcajadas en público, eso en una mocita está muy mal visto”. Todo esto porque yo me quejaba de salir poco al tener mucho que estudiar.
Cuando se jubiló el abuelo, te recuerdo siempre haciendo puntillas, no hay un nieto que no tenga algo tuyo.
He sido la peor comedora del mundo pero yo entraba en tu casa y me olía a gloria bendita, ¡qué manos tenías para la cocina!
Yo desde pequeña, empecé a pintar la casa de mi madre todos los años, tú venías y me decías: Mari hija, tienes que pintarme el cuarto oscuro, y así te hago una puntilla (yo no solía hacer esas cosas, pero a ti te hacía de rabiar), te iba dando largas. Venía el abuelo y decía: mira hija tengo la pintura y hay que desalojar el cuarto… dicho y hecho…mañana mismo abuelo.
A primeros de mes ibas a cobrar tú la pensión. Ese día te levantabas, hacías la comida pronto , recogías y al banco, donde trabajaba tu cuñado de Director. De paso subías a ver a tu hermana, a tus primas, a ver a la Sra Francisca Astudillo a intercambiar muestras de puntillas y ¡ cómo no, a tu amiga la “ tía María Antonia!
Mi madre decía al abuelo: ¿Padre, todavía no ha venido Madre?, él se reía y decía: ¡hoy es su día hija, hoy recorre todo el pueblo!, al llegar a casa mi abuelo la decía: ¡mucho tardaste María¡ (esto riendo), ella: ¡ claro Francisco, había mucha gente en la caja, subí a ver a mi hermana…!…claro María, claro.
Cuántas veces me decía: ¡cuando yo llegue ahí arriba, que me pregunten por el cine y por el teatro que he visto, porque lo único que he hecho toda mi vida es trabajar!
Todos eran mimos al abuelo, pero tuviste un nieto, mi hermano Manolo, que te quiso más que ninguno. Se sentaba a tu lado, te cogía las manos, te acariciaba la cara , el pelo y decía: ¡qué piel tienes abuela, eres la más guapa del mundo! así un día y otro. Tú siempre le decías: lo fui hijo, lo fui… el abuelo sonreía y te decía : ¡te lo vas a creer María! Agachabas tu cabecita y seguías con tu labor.
Si supieras querida abuela, que esas palabras, las mismas se las dice tu nieto ahora a tu hija cada día que está con ella. Es la hija que más se parece a ti, pero las manos son idénticas, tiene un lunar en su mano derecha igual que el tuyo, ¿te quieres creer que ahora me está saliendo a mí en el mismo sitio?, en algo me tenía que parecer a ti y a mi madre.
Haciendo el Bachillerato, me apunté a un grupo de coros y danzas populares que dirigía Doña Inmaculada, yo todas las tardes te bailaba lo que había aprendido, tú te bajabas las gafitas y observabas, sin decir nada, un día me miraste y me dijiste: ¡mira hija, para bailar la jota no hace falta dar tantas vueltas, pareces una peonza!, te levantaste, yo me puse a cantar el redoble y tú a bailarlo , yo me quedé que no sabía ni por donde me había venido, con lo sosa que eras, como iba yo a imaginar ese salero y esa gracia bailando, sin apenas moverte, delicadamente. En ello estábamos enfrascadas cuando sin darnos cuenta el abuelo,que venía del huerto, abrió la puerta, se quedó parado…riendo , y te dijo : pero María mujer ¿que estás haciendo?, te pusiste “ colorá” como un tomate y le dijiste: tú nieta que no me deja en paz…y él te contestó: ya, ya…la nieta.
Me enseñabas oraciones, canciones antiguas, que todavía guardo en cuadernos, eras una mujer llena de sabiduría y de mucho amor que mostrabas a tu manera.
Ambas guardamos secretos, llenos de sentimientos, tú te los llevaste a la tumba y conmigo se enterrarán. Jamás olvidaré esos momentos en los que me hiciste tan feliz, inmensamente feliz.
Te querían tus hermanos, tus cuñados, tus suegros, los mayores jamás se querían ir de tu casa, los tratabas como a reyes, nunca les faltó nada contigo. La muerte de uno de tus hermanos, Manuel, pudo costarte la vida, lo amabas tanto…
De mayor te lavaba yo la cabeza, te cepillaba el pelo al sol, eran hilos de plata, me deleitaba en cada mechón, a veces, me dejabas cortarte un poco las puntas, siempre te parecía mucho…ya no te salía igual el moño. Cuando te peinabas, pasabas los dedos por tu pelo e ibas colocando las ondas tan preciosas que tenía tu hermoso cabello, ahí descubrí un punto de coquetería poco habitual en ti.
En 1985 nació mi primer hijo, al verlo te quedaste sorprendida, me miraste y me dijiste: ¡es igual que mi hermano Esteban ¡aunque se parece a mí , los ojos oscuros son Ciudad…como los de tu familia.
Te preguntaba: ¿abuela a qué es bonito mi niño?, precioso , decías tú.
¿Abuela a qué es el niño más guapo del mundo? ¡ay amiga! ahí me saltabas: ¡ como el mío… NI UNO ¡, tu hijo Manuel de tu alma, si supieras lo que te echa de menos.
En marzo de 1987, nació mi hijo el pequeño, poco pudiste disfrutarlo, ese verano nos dejaste.
Te ingresaron por un cólico de vesícula, fui a verte al hospital y me dijiste que me fuera con mis niños de Madrid, que no me preocupara que era una operación sin importancia, que me marchara a Astorga que así no pasábamos calor. Ese día, miraste a mi marido y le dijiste unas palabras sobre mí tan hermosas, que jamás olvidaré…en mi corazón quedaron.
Llamé a mi madre para preguntar por ti un 20 de agosto, ya estabas de cuerpo presente. No sé cómo mi madre pudo mantener la compostura y no decirme nada, con lo que ella te amaba. El día 21 fue ella la que me llamó, vino mi suegro a buscarme, viéndole la cara ya sabía yo que pasaba algo, así fue, tus palabras fueron: hija, venimos de enterrar a la abuela, creí morir, no podía perdonarte, se había ido sin un beso mío, sin un abrazo, sin un te quiero…luego te entendí, tenía un niño de meses y otro que iba a cumplir dos años.
Tengo tantos recuerdos tuyos. Como a mi madre, te hacía la limpieza de la casa los sábados, pero jamás me dejabas tocar “ el chinero” , el lugar donde estaban tus tesoros, entre ellos tres platos de cerámica hermosísimos que llevaste cuando te casaste, uno le tocó a mi madre y ella me lo dio a mí , siempre me da miedo tocarlo, es como si me estuvieras mirando y diciéndome: ¡cuidado¡, sé que tus manos estarían debajo…
Toda la vida me llevé pidiéndote un pucherito de barro, con su tapa de corcho donde tú guardabas la miel, también lo rescató mi madre para mí, cuando lo limpio, me acuerdo de las veces que me dijiste que cuando murieras …pues así fue.
Tengo sábanas con puntillas tuyas, toallas, colchas de ganchillo, paños…y los conservo como el primer día que salieron de tus manos primorosas.
De todo lo que conservo tuyo, hay cinco cosas que son el tesoro más grande que un ser humano puede tener: unas gafas cuyas patillas están pegadas con cinta celo, una aguja de hacer gancho, tu dedal (sin cromado, totalmente amarillo) el que me pongo siempre para coser, aunque me deje el dedo negro, no puedo utilizar otro y tu mantón de los domingos, con el que apareces en la foto, verde, de seda…al igual que otro de cien colores, ambos muy estropeados, pero que procuro conservar en el estado que los recibí.
Eso heredé de ti, eso y tus valores, magistralmente transmitidos.
Fuiste una mujer bellísima por dentro y por fuera… para quitar ” el sentio”, prudente, sensata, trabajadora y entregada siempre a los demás, si algo te molestaba, te lo tragabas, y lo sufrías en silencio.
La fotografía que aparece en el artículo, es eso una fotografía, no una pintura, donde se ve toda tu hermosura y la seriedad de siempre, fue una de las fotos que mandaste a nuestro amor “el abuelo “ cuando estaba haciendo el servicio militar.
A partir de ese 20 de Agosto de 1987 , en el que nos dejaste, tu querido esposo dejó de hablar, sólo permaneció su cuerpo entre nosotros un año y medio más, su alma voló contigo.
Juntos estáis, ese es mi consuelo. Que daría yo por un beso vuestro y por volver a peinar tu pelo de plata.
M.C
Madrid 28 de Enero del 2018.
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