EL TINTERO DE MARIA: Ser Madre

Para mí, la palabra MADRE, encierra, engloba, a las más hermosas del diccionario.

Hace tiempo, leí un artículo de un antropólogo (perdón, no recuerdo su nombre) en el que se decía esta frase: “el único vínculo que el ser humano conserva hasta su muerte, es el cordón umbilical que le une a su madre”.

Ser madre, es amar sin condiciones, es entrega… sin esperar nada a cambio, es psicología, pedagogía, enfermera, educadora, médico sin titulación, cobijo, compresión, beso, abrazo, calor, confianza, alegría y bastón en los momentos de invalidez física y/o emocional….

La tarea más difícil, la que te pone a prueba constantemente. Ser madre no es una palabra… es LA PALABRA.

Si ser feminista es luchar porque se me reconozcan unos derechos, adquiridos a través de muchos años de lucha, soy feminista, pero tengo una cosa clara, en mi vida, LAS PRIORIDADES LAS MARCO YO.

Desde mi más tierna infancia tuve el instinto de la maternidad muy desarrollado, el mundo de la infancia era mi mundo, de ahí quizás mi inclinación inequívoca a nivel profesional, el mundo de la enseñanza, del magisterio.

Soy una mujer de mi tiempo, he tenido a mi disposición la oportunidad de formarme y desarrollar una actividad que me hiciera una mujer independiente. A mi alrededor hay infinidad de campos donde poder seguir aprendiendo (mis ansias de saber siguen siendo infinitas), el mundo del arte: pintura, restauración… el mundo del taichí que tantos beneficios ha proporcionado a mi cuerpo y a mi psique… museos, conferencias, documentales…etc, aun así reconozco que el ser madre ha sido siempre mi prioridad.

Mis renuncias han sido consecuentes con mis sentimientos, mis hijos, por encima de todo, incluso de mí misma.

No me avergüenza decirlo, no siento que sea mejor progenitora, pero tampoco menos mujer.

Los nacimientos de mis hijos, han sido los momentos más felices de mi vida… se gestaron en mis entrañas y de ellas salieron a la luz…

Dos hijos en dieciocho meses, hermosos como soles, un moreno con ojos oscuros como carbones y un rubito con ojos color miel… ambos, el regalo más grande que me ha hecho la vida.

Desde el primer momento de la concepción, me consideré madre, mis manos recorrían mi vientre con la suavidad de la seda, con la seguridad de que esas caricias llegaban al sitio adecuado y allí serían reconocidas… imaginaba como serían sus caritas , nunca me sentí más orgullosa de mí, me miraba al espejo y me veía radiante, de frente de perfil… en mis ojos había una luz especial… una dulzura en mis gestos, parecía una niña… grande, jamás me he cuidado tanto… merecía la pena, de mi dependía la salud de mis hijos.

Cuando los tuve en mis brazos, ambos, que no paraban de llorar, al escuchar el sonido de mi voz, el latido del corazón y el canturreo de su primera nana, movían la cabecita buscándome y se tranquilizaban.

Después de mis dos partos, fui cuidada por mi madre, mis hijos fueron sus primeros nietos… y para sus tíos, mis hermanos, los primeros sobrinos, ambos se peleaban por estar cerca de ellos, no se perdían ni uno de sus gestos.

Según las costumbres de mi tierra, a la madre se la regalaba chocolate, leche condensada… etc, tenías que criar a tus hijos y tenías que alimentarte bien, recuerdo especialmente las quinientas pesetas de mi abuela María del Consuelo: “ hija para leche y yogures”… así como la toquilla que envolvió a mis hijos, regalo suyo y que luego sirvió para algún bisnieto más…el año en el que nació mi hijo pequeño la perdí… jamás la olvidaré.

Mi madre los cambiaba hasta que “echaron el ombligo”, me daba pánico tocarlos…siempre con la sensación de que pudiera pasarles algo.

Llegaron las noches de insomnio, los llantos…no te hablaban, no sabías lo que les pasaba, eran días angustiosos, sobre todo con el primero, con el segundo ya estaba más leída y más aprendida.

Me inventaba mil y una canciones, mil y una historia… ellos me miraban ensimismados… les encantaba cuando cambiaba las voces según los personajes, que tardes más maravillosas.

Fui enfermita un millón de veces, ambos con un equipo médico de juguete, me auscultaban, me veían la garganta, los oídos…y siempre terminaba tomando jarabes ficticios, pero sabor a fresa.

Las tardes de fin de semana llegaba el momento de retirar la mesa y las sillas de la sala de estar para montar la estación con su tren, su padre ensamblaba las vías y luego ellos montaban las casas, los árboles, los pasajeros, los túneles, los semáforos… eran momentos compartidos, padres e hijos… inolvidables… sobre todo para el pequeño, siempre tuvo y tiene la misma obsesión que su padre: los trenes, quizás tener un abuelo ferroviario marcara.

Cuando salían del colegio, primero la merienda y barrio sésamo, después las tareas. Siempre empezaba preguntando que habían hecho en clase, si lo habían entendido, después agenda y deberes, jamás salieron de casa con una duda que se les pudiera solucionar en el momento…

Recuerdo perfectamente , ya en el instituto, cuando había algún libro que leer, yo lo hacía a la vez que ellos y luego hacíamos una especie de debate con la finalidad de ver si comprendían el significado y a su vez aportar ideas que les pudieran ser útiles.

Mis hijos parecían gemelos, si uno se ponía malo… a la vez el otro, quitando mocos todo el día, termómetros…. cuando vomitaban era el no parar, ya me ponía en mitad de las dos camas y toalla para uno y toalla para el otro.

Fue una niñez tranquila, nunca me dieron mayores problemas que los propios de los niños, fueron siempre muy obedientes y disciplinados.

Mis hijos han sido educados en valores, los valores que a mí se me transmitieron, ser buenas personas…

Ya son mayores, indudablemente la relación ha cambiado, ya no basta el: ”sana, sanita, culito de rana, si no sanas hoy: sanarás mañana”, hoy tengo con mis hijos una relación de adultos, de confianza, complicidad…y de MUCHO AMOR…, estoy a su lado en todo lo que necesitan, si tengo que llorar, lloro y si tengo que reir… rio , nunca les faltará mi apoyo incondicional.

Los momentos de mi vida que he pasado a su lado, no los cambio por nada… son mi mejor viaje… su sonrisa ha sido para mí, la luz que ha dado claridad a mi camino, sus llantos, los dolores más grandes que han herido mi alma…

No habré sido la mejor madre, pero mi esfuerzo ha sido ímprobo, errores he tenido y seguiré teniendo… si he tenido que pedir disculpas lo he hecho, pero siento que mi papel principal en esta vida ha sido el de ser madre, por muy difícil que haya sido… ha merecido la pena.

Mis queridos hijos: gracias, me habéis dado lo mejor que tenéis: vuestro amor, no me debéis nada, os lo debo yo todo a vosotros… he aprendido mucho, a mirar la vida desde otro prisma, a vuestro lado he sido valorada en todos los sentidos, demasiado a veces…sois la melodía más hermosa que mis oídos han podido escuchar, vuestros brazos son el soporte en mis desvanecimientos y vuestros besos y abrazos mi razón de vivir. Sin vosotros no hubiera sido nada, como mujer no hay nada que me haya dado más satisfacción que la de ejercer como madre.

Siempre a vuestro lado. Siempre juntos. Os quiero.

Madrid 13 de Enero del 2019.

M.C.

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