Supe el 23 de junio, día que cumplí mis sesenta años, que algo iba a cambiar en mi vida, ese mismo día, se me propuso ser la pregonera de las fiestas patronales de mi pueblo, Logrosán.
Me levanté tranquila, y así transcurrió el día, sólo la llegada de la noche hizo que quizás fuera un poco más consciente de la responsabilidad… duró poco… me sentí segura, estaba con mi gente…
Terminado el acto, bajando las escaleras del ayuntamiento, con mi hermoso ramo de rosas blancas y rojas, alguien se acercó a mí… efusiva y emocionada, me abrazó, la abracé, me cogió de las manos, me miró a los ojos y me hizo esta pregunta: ¿Mari, pero no sabes quién soy?… después de un momento sin respuesta, volví a mirar sus ojos… me abracé aún con más fuerza… y repetía su nombre… Nina… Nina… Nina… mi amiga del alma, treinta y seis años sin vernos, justo desde que se casó. No podía creerlo, la tenía frente a mí, entre mis brazos, ni ese día me falló, allí estuvo conmigo, y yo sin saberlo.
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