EL TINTERO DE MARÍA. Nina

Supe el 23 de junio, día que cumplí mis sesenta años, que algo iba a cambiar en mi vida, ese mismo día, se me propuso ser la pregonera de las fiestas patronales de mi pueblo, Logrosán.

Me levanté tranquila, y así transcurrió el día, sólo la llegada de la noche hizo que quizás fuera un poco más consciente de la responsabilidad… duró poco… me sentí segura, estaba con mi gente…

Terminado el acto, bajando las escaleras del ayuntamiento, con mi hermoso ramo de rosas blancas y rojas, alguien se acercó a mí… efusiva y emocionada, me abrazó, la abracé, me cogió de las manos, me miró a los ojos y me hizo esta pregunta: ¿Mari, pero no sabes quién soy?… después de un momento sin respuesta, volví a mirar sus ojos… me abracé aún con más fuerza… y repetía su nombre… Nina… Nina… Nina… mi amiga del alma, treinta y seis años sin vernos, justo desde que se casó. No podía creerlo, la tenía frente a mí, entre mis brazos, ni ese día me falló, allí estuvo conmigo, y yo sin saberlo.

Los amigos son la familia que uno elige y yo he tenido a lo largo de mi vida la suerte de tener a mi lado a los mejores. Es una relación en la que el cariño está por medio, la lealtad, la sinceridad, el compromiso, el respeto y que se va cultivando poco a poco, la amistad verdadera es una planta de desarrollo lento, donde la ausencia de confianza es como una flor sin perfume, es una verdadera fortuna, donde se multiplican los bienes y se reparten los males, una verdadera amistad, no tiene precio, sí valor… un amigo es el que está cuando todo el mundo te abandona.

Todos estos requisitos se dan en esta relación tan hermosa entre Nina y yo, porque ambas tenemos ese valor.

Mi relación con Nina se remonta a la más tierna infancia, vecina de mi prima Flori, en la Calle Delicias… se iniciaron nuestros primeros juegos, niñas sin malicia, alegres… la goma, la cuerda, las casitas, los tesoritos, el escondite… fueron nuestras diversiones.

Pasamos juntas la niñez, la pubertad, adolescencia y juventud, con todo lo que eso conlleva.

Como cabritillas trotábamos por la sierra, y allí comíamos la merendilla… llegábamos al pueblo “zaleas”, y con los calcetines negros como el carbón… la fuente del Moro, el puente de Ginjal, el puente Romano, eran los paseos mañaneros de los domingos después de misa, guapas, limpitas y bien “arriscassss”.

Los famosos guateques en casa de mi prima Flori, que era la que tenía el tocadiscos, bailando y tomando naranjada… dábamos más saltos que un saltamontes.

Recuerdo de una manera especial, la primera vez que entramos en una cafetería… la de Tomás, en la plaza… íbamos a refugiarnos allí del frío, antes de ir al cine… recuerdo la cara que nos ponía el camarero cuando ambas pedíamos un vino de pitarra… a esas horas, no daba el dinero para más, el vino allí se quedaba, pero calentitas… muy calentitas y recogiditas. Al final pedíamos una Coca-cola con dos vasos.

Hay una cosa que siempre recuerdo, antes de entrar en el cine, comprábamos un cartuchito de patatas y un regaliz, yo lo comía enseguida… tú te tirabas toda la película dando mordisquitos a las patatas y chupando un poco del regaliz… qué mala uva me entraba´.

Las tardes en la Cancha del estudiante, donde tenía mi público, cantando una y otra vez por Manolo Escobar… que voz tenía entonces… ¿dónde se habrá ido?….

Nuestro primer cigarro, el primer día de discoteca, allí sentaditas en los asientos, como si estuviéramos cometiendo un delito, los bailes de las bodas en el Círculo, ¡qué buena pareja de baile hacíamos!.

Recuerdo perfectamente un abrigo color fucsia y un paraguas que siempre me llamó la atención… de bastón fino y de empuñadura también fina y dorada, nuestras faldas de tablas, los pantalones campana… nuestros jerséis cortitos de lana, tu cabello rubio trigueño y mi melena larga y morena.

Nuestras primeras ilusiones, siempre compartidas… cosas que a fin de cuentas quedan para nosotras…

Pero quiero volver al inicio… nuestro reencuentro.

Han sido unos días muy intensos en nuestro pueblo, lleno de emociones, de mucha intensidad… pero si me tengo que quedar con algo, ME QUEDO CONTIGO, has sido el regalo más hermoso que he recibido en muchos años.

Con las manos agarradas, mirándonos a los ojos, atropelladamente recordando detalles de nuestra vida… pero, llegó un momento en el que me sorprendiste, agarraste mis manos, me miraste a los ojos y empezaste a recitar las dos primeras estrofas de uno de mis poemas de adolescente, sin equivocarte en una sola palabra… poema que continué yo… algo se me removió dentro, era imposible que pudieras recordarlo… pero lo hiciste, diciéndome que sabías que yo llegaría a ser una buena escritora…que fe tenías en mí.

Los momentos que pasamos juntas fueron de una intensidad indescriptible, siempre agarradas, mirándonos a los ojos, ambas emocionadas, recordando, recordando, recordando… sin parar, tu mirada tierna, tus ojos brillantes… NO HABÍA PASADO EL TIEMPO… ¿o sí?, nada más y nada menos que treinta y seis años… pero ya no estabas en mi pasado, en mi añoranza, estabas en el presente… y ahora para no volver a separarnos, donde quiera que esté una, estará la otra.

Te he visto inmensamente feliz, con una nietina y esperando otra, felizmente nacida ya… cuando recibí la foto que me mandaste de ella y vi tu cara, tu sonrisa… me di cuenta, que aunque nos queda mucho por contarnos, y que el camino no siempre haya sido fácil para las dos, hemos salido adelante… y que nos queda mucho por vivir y compartir.

Quiero tener un recuerdo especial a tus padres, Santiago Muñoz y Josefa García, de quién recibí todo el amor del mundo, y de los que guardo hermosos recuerdos, velando están por nosotros, también creo que les demostré todo mi cariño…

¿Te acuerdas Nina? , el primer cuarto de baño que vi completo, fue el que hizo tu padre en vuestra casa, podría recrear los detalles.

Reconozco ser una mujer afortunada, no soy de amistades, sí de grandes amigos, personas que han aportado mucho a mi vida… y a las que he dado todo el amor del que soy capaz… pero tú, eres mi amiga del alma, un ser especial, lleno de bondad y alegría, con la que empecé a vivir y soñar, con la que compartí todas mis ilusiones, a la que quise y quiero con todo el corazón, con la que compartí un trocito de cielo estrellado… el de Logrosán, nuestro pueblo querido.

Ya no tengo que volver al pasado… te encontré de nuevo… y han sido los momentos más maravillosos que me he traído de nuestra tierra.

Gracias por estar a mi lado en un momento tan importante, no podías faltar y allí estuviste, cómo lo hiciste siempre.

Un abrazo enorme para ti y toda tu familia, no te has ido… un trocito de ti queda en mí, y la seguridad de que vamos a volver a vernos.

Madrid 23 de Noviembre del 2019.

MC.

One Comment to “EL TINTERO DE MARÍA. Nina”

  1. Con el peligro que tienen las metáforas me voy a atrever a otra. Frente a quiénes escribimos con harina, tú escribes con levadura. Tus paseos por tu interior dan para un montón de hornadas. Te leo del tirón, pero luego un día saco levadura para recapacitar sobre los bollos dormidos de la amistad, otro día cojo una pizca para unas perrunillas en la fuente el moro y seguro que aún queda para una bolla de chicharrones al salir de la discoteca, saboreándola con el tarareo de la buena música que se pinchaba allí!
    No nos cortes el suministro que tengo que preparar unos perritos para Santiago.

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