Se ha aprovechado la ausencia de visitantes del Estado de Alarma para colocar en la fachada principal del Monasterio lo que para algunos es un «pegote» de hierro y acero que esconde parte de la escalinata de granito y altera negativamente la majestuosa vista del monumento que todos conocemos.
Seguramente lo que algunos consideran como «aberración arquitectónica» en la fachada mudéjar del Monasterio Patrimonio de la Humanidad, responde a la intención de cumplir con la normativa de accesibilidad para los edificios públicos, pero para ello existían otras alternativas que no implicaban la alteración de la estampa de una de las mayores joyas de la arquitectura extremeña; eso al menos opinan muchos guadalupenses contrarios al proyecto tal y como se ha hecho. La razón para el rechazo de esas otras alternativas en favor de esta la desconocemos. Ha sido la decisión de una Comisión Regional del Patrimonio formada por expertos la que, tras dos años de demora, han optado por esta opción.
LAS OPINIONES. LOGROSÁN AL DÍA ha querido conocer la opinión de distintos responsables y autoridades guadalupenses. El Padre Superior del Monasterio, Fray Guillermo Cerrato que nos ha atendido muy amablemente, ha dicho que se trata de una «actuación reversible» y que es el resultado de las deliberaciones de los expertos de la Comisión en la que se encuentran representados todos los sectores afectados, incluidos los colectivos de personas con discapacidad. Fray Guillermo dice que esa actuación «obedece a una necesidad evidente» y admite que en un principio pensaba que el proyecto sería más impactante, pero que el resultado final parece mejor de lo que esperaba. En cualquier caso «siempre habrá la posibilidad de desmontarlo, pues la rampa no ha alterado nada del edificio original».
El coste ha sido financiado en su totalidad por la comunidad franciscana del monasterio, dice el Padre Superior guadalupense; «ninguna de las administraciones ha colaborado en el coste de la obra». Considera que es una decisión de la citada Comisión del Patrimonio y por ello es esta la que debería responder al por qué se ha optado por esta y no por otra de las alternativas posibles.
Elisa Rovira, Cronista Oficial de Guadalupe, considera que la rampa y el elevador interior de la basílica del Real Monasterio de Guadalupe «atentan contra el buen gusto y deterioran el aspecto de un patrimonio artístico que lleva más de cien años restaurándose con mimo y dedicación exquisitos.»
Rovira cree que, al margen de la reversibilidad del proyecto, no se puede primar la accesibilidad, garantizada con otras soluciones que la propia Comunidad Franciscana ofreció, para obligar a destrozar una espléndida fachada y el acceso interior del templo.
«Extraña forma de velar por nuestro patrimonio monumental» sentencia finalmente la historiadora y cronista de la Puebla.
Por su parte la máxima autoridad municipal, el alcalde Felipe Sánchez Barba, no ha querido implicarse en el asunto y se ha limitado a declarar: «sobre la rampa del Monasterio no tengo nada que decir».
Guadalupe y su Monasterio han sufrido numerosas alteraciones en su patrimonio que no han gustado a todo el mundo. En los últimos años, el comedor de Rafael Moneo, la puerta del Corralón de Minas, las fuentes, los arcos, los empedrados, los techos, los acerado…, alteraciones que han cambiado para siempre el tipismo del pueblo.
Para algunos guadalupenses estas agresiones tienen su continuidad hoy en la polémica «rampa que rompe visualmente la impecable restauración de Menéndez Pidal en los años 60 y que hace que muchos nos preguntemos por qué habiendo sitios alternativos (y no menos importantes de acceso), se construye este adefesio en la puerta principal…» nos asegura un paisano contrario a la obra, y se preguntan por qué se prioriza la accesibilidad al edifico, a la conservación del paisaje de este tesoro arquitectónico cuando ambas cosas deberían ser perfectamente compatibles.
LA OBRA. Consiste por un lado en la construcción de una rampa accesible adosada a la fachada principal, formada por tres tramos con un 8% de pendiente y sus correspondientes mesetas planas intercaladas. Consta además de un pasamanos continuo en la totalidad del recorrido a doble altura y a ambos lados de los tramos de rampa. Por otro lado, una vez en el interior de la edificación y para superar el desnivel entre la capilla de santa Ana y la cota a la que se sitúa la Basílica, se ha optado por la instalación de un mecanismo de elevación, en concreto una plataforma elevadora vertical como complemento a los peldaños existentes.
Este proyecto ha sido ejecutado por el arquitecto Manuel Viola y el asesoramiento en accesibilidad de la OTAEX (Oficina Técnica de Accesibilidad de Extremadura) con la implicación de la Comunidad Franciscana del Monasterio. La obra ha sido ejecutada por la empresa extremeña INJUPE, S,L. y gestionada y financiada íntegramente por la Provincia Franciscana de la Inmaculada.