Singular por la mezcolanza de tenor, médico dentista, Palacios y Loro. Cuatro condiciones excepcionales en el Logrosán que conozco. El dentista que canta lírica es un caso poco habitual, pero es el «Palacios» y el «Loro» lo que le convierten en un paisano de raza, de estirpe y genética logrosana tan castiza como el que más.
De familia trabajadora, emprendedora e innovadora como pocas, que trajo a Logrosán el frío y el hielo cuando no lo había y la magia del cine donde había poco que soñar.
Fue su abuelo quien nos abrió una ventana a Hollywood, a las calles de Manhattan. Fue el señor Atilano el primero que subió a los logrosanos a un platillo volante y nos perdió por el espacio, el primero que nos transportó a las polvorientas calles de un pueblo del oeste americano una noche de domingo cualquiera. El primero y el único que nos mató la sed con fantas «made in Logrosán» (Colines, se llamaban para más señas), el primero y el único que nos refrescó el verano con polos de producción propia.
Su abuelo nos trajo la fabrica de hielos, de polos y de refrescos. Y nos trajo el cine, dos cines, qué digo dos, ¡tres cines!. No puedo olvidar el cine de verano de asientos torturadores que se soportaban mucho mejor tras apagar las luces, cuando ese cielo estrellado de Logrosán eclipsaba, casi siempre, la propia proyección.
De casta le viene al galgo.
HASTA LA EDAD DE DIEZ AÑOS Por Manuel Palacios Loro (versión corregida)
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