CRÓNICAS: Lecturas del fin de semana.

Por Manuel Palacios

MI PADRE

   don Benigno 

      He oído llamarlo Don Benino, don Menino, y don Minino  (que no podía faltar), aunque su auténtico nombre fuese  Benigno: Don Benigno, para aquellos que han nacido en la época de gracia de la democracia, (y…qué gracia de «democracia»!!) a lo mejor no quiere decir nada, pero en los sesenta, setenta,  ochenta y hasta el 29 de Septiembre del noventa y tres, era muy conocido en toda la zona. Fue un médico especialista en Estomatología  que se emperró en ir a instalarse a su pueblo porque no soportaba la ciudad.

     Le compraron su primer par de zapatos a la edad de diez años, siempre se quejó de que le hubieran obligado a ponérselos para irse a estudiar a Cáceres, porque se había criado con su abuela Zoila en el Río y no había ido a la escuela. Le hemos escuchado decir muchas veces que su  libertad se terminó con esos primeros zapatos para comenzar con la esclavitud que preconiza nuestro tan moderno sistema occidental desarrollado, nuestra «Matrix» particular, y el que  quiera verlo que abra bien los ojos. Su padre lo llevó , por ser varón, supongo, a estudiar al Ramiro de Maeztu.


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        Quiero contar una de sus labios: cierta vez iba un grupo de alumnos del Ramiro con uno de los religiosos a cuyo cargo estaban por el parque de El Retiro madrileño cuando vieron una pareja que se estaba dando el lote, será que lo del lote también pasaba en los años cincuenta, y no sólo aquí, aunque no venga a cuento, me lo contó mi suegra ,  ella  tuvo la inmensa suerte de salir para   ver y vivir el espectáculo festivo de felicidad en que se transformó la calle la noche de la liberación de París, hasta el punto de que las mujeres francesas hacían el amor con los soldados americanos en plena calle y delante de todo el mundo sin recato por puro agradecimiento .   Así que, en el Retiro,  el sacerdote, al ver el, para él, poco edificante espectáculo que podían presenciar los que a su cargo se encontraban paseando,  hizo un desdeñoso y malaventurado comentario: «es que, sinceramente, no sé qué le pueden encontrar a eso» y la respuesta de mi padre,  auténtica losa de reflexión filosófica que bien pudiera sugerir un libro entero, no se hizo esperar: «es que eso, padre, hay que verlo desde dentro, no desde fuera».

      Era el único dentista fijo que había, seguramente, entre Trujillo y Puente del Arzobispo y entre Deleitosa y Herrera del Duque. Don Benigno hubiera querido estudiar para ser ingeniero agrónomo, pero en aquel tiempo esa carrera solamente podían hacerla los hijos de ingenieros agrónomos y mi abuelo Atilano no era ingeniero. Se decantó por la Medicina y se hizo especialista. Por un fallo del servicio de Correos no recibió una carta de incorporación a filas, fue dado por prófugo, tuvo que pasar un consejo de guerra y , como castigo,  lo destinaron a  Larache, Marruecos, y como alférez por ser médico. Según su propia madre, «él no era así antes de irse a la Legión…», vete tú a saber qué es lo que quería decir con eso.  


benigno boda

     Se casó unos nueve meses antes de que yo naciera con su  Josefa del alma, que  bien merece otra erupción de recuerdos y la  tendrá, ni lo dudéis, así que las malas lenguas de los pueblos, y es que hay gente que no es feliz si no hace daño; en la actualidad es difícil de entender ese tipo de mente pueblerina retorcida, y menos para mí, que soy casi tan liberal como mi padre. Hablaron que si se habían casado o no por el «sindicato las prisas», «sindi» para los amigos, y yo, su hijo, digo que eso es imposible, que la Josefa Loro es y siempre será la Josefa Loro, muy religiosa y bien aleccionada por el sistema y la corrección política de la época y además Don Benigno me contó que, de novios, cuando él  intentaba propasarse (sic) «pegaba unas hostias!!!!…». Mi padre seguro que se encuentra en el infierno, decía muchas palabrotas. 

     Por su forma de pensar, su filosofía de la vida, su bulimia de la palabra escrita y su manera de vivir ,  comer y trabajar, cualquiera que fuese la tarea, en absoluto exceso y siempre con pasión desbordante, se puede deducir que estábamos ante una persona especial. Honrado a carta cabal, con una  vasta y sólida cultura y unos valores éticos (su ética) y morales (su moral ) sin fisuras, filósofo profundo , pensador libre y liberal adelantado a su época,  respetuoso, teniendo en cuenta su tiempo, lugar y educación, de los derechos de los animales  y poco empático con  sensibilidades personales extrañas a su filosofía de vida; digámoslo en plata: «tacto: cero patatero», una vez le escribí que mi compañero de habitación del colegio estaba pensando en suicidarse, por si le podían dar alguna idea o consejo para que no lo hiciera . Cuando vino a buscarme en vacaciones me encontró con mi amigo Claro García (guionista de Cruz y Raya, de la película  «Camino» y co-escritor, con Javier Fesser de «Los días de colores»), y sin preámbulos, me espetó, asegurándose de que lo oía muy bien el Claro en cuestión: «¿es éste el que estaba pensando suicidarse?».  Claro saltó atrás: «¡¡¡¿¿¿yooo???!!!», y yo di gracias a la vida de que no fuese él, no habría sabido dónde meterme.

     benigno 06 Sus autores de cabecera eran Virgilio y Horacio. Tremendamente práctico, como buen extremeño,  adelantado a su tiempo. Consciente de la necesidad de ahorro usaba los lápices hasta que casi no se podían coger con los dedos, lo arreglaba todo con eufórico celo hasta que ya no se podía más, afilaba las fresas usadas y escatimaba todo lo escatimable para poder ofrecer a su querida, y en gran parte sencilla y entrañable clientela, un buen proceder profesional al precio que sus pacientes podían pagar, teniendo en cuenta que vivían en una zona económicamente no  muy boyante de la deprimida y arruinadilla España profunda , y  que no era, ni mucho menos la cuarta parte de  lo que podía ganar entonces cualquier dentista del foro. Mi madre intentó convencerlo de que se instalara en la capital, pero parece que la idea que Don Benigno tenía de vivir en Madrid  era incompatible con su ansia de campo, aire, naturaleza, gente sana y libertad. Así que, después de un romance de diez años comenzado cuando Josefa lo cautivó definitivamente  soltándole a su «petición de mano»  que ella no se merecía un  marido como él, con carrera, tan deslumbrado quedó ante semejante muestra de humildad y grandeza de alma… que  se desmadejó, literalmente,  a sus pies , rendición que habría de tener su contrapeso en la balanza, años más tarde, porque  cuando él la necesitó, sin ambages, de verdad de la buena, ella estuvo a su lado siempre que le  hizo falta, como fisioterapeuta, cocinera, enfermera, auxiliar, protésica, compañera fiel y sufridora colateral hasta el día de su muerte madrugando a diario, bregando, trabajando lo trabajable y sufriendo lo que no está escrito sin quejarse nunca. Sólo lo abandonaba para ir a misa,  visitar conocidos o acudir a velatorios, Don Benigno siempre dijo que si él moría antes que su querida esposa,  la iglesia se llenaría el día de su entierro, aunque sólo fuese por cumplir con la Josefa Loro , y no se equivocó. Además, el día que se enterró fue el Diluvio Universal reeditado y llegó tras una  pertinaz sequía que ya duraba demasiado tiempo. Siempre pensé que el cielo había llorado sobre su féretro y el acompañamiento durante la interminable y empinada bajada desde la iglesia hasta el nicho rindiendo un merecido homenaje a su persona y a su vida, que la mayor bendición para su amada tierra siempre fue el agua , como dice Brel en su «Ne me quitte pas» (no me abandones), » te regalaré perlas de lluvia venidas de países donde nunca llueve». Y el llanto celestial fue tan inconsolable como copioso…bueno, mucho más que copioso y absolutamente desesperado.benigno 07

     Don Benigno nunca quiso asociarse al Casino de  Logrosán, cosa que la alta sociedad no veía con buenos ojos, siendo él alguien «con estudios universitarios». No le placían las diferencias fabricadas entre personas que, en teoría, al menos, consideraba iguales por naturaleza y libres por el mero hecho de haber nacido. Creía en la igualdad de derechos de todos los seres humanos. Le hizo mucha ilusión ver una persona de raza negra capitaneando  los Estados Unidos, como el que tenemos en estos momentos. Así se lo hice saber en una carta personal al presidente Obama cuando ganó las primeras elecciones, emotiva carta que, seguramente, el presidente  nunca leyó, entre otras cosas porque estaba en español y no creo que haya elegido ésa  en concreto para hacérsela traducir. A mi el presidente Obama me cae muy bien, pero mi padre va conmigo desde que murió y disfruta de la vida a mi lado y a mi manera, igual que yo disfruté mis primeros años a la suya,  resulta que me gusta tenerlo contento (se lo está pasando teta). Sabía yo que él deseaba escribir a Obama para felicitarlo y  lo hice como Manuel Palacios, pero dejando que Don Benigno guiara mis dedos por el teclado del ordenador. Volvamos al Casino de Sociedad; estaba situado enfrente de la farmacia de Doña Emilia,   luego fue la Caja Rural. En la época en que yo lo conocí (y no fui mucho, porque mi padre no era socio) recuerdo que las butacas eran de cuero negro preciosas y  una atmósfera, amén de llena de humo, como…muy distinguida, y es que para poder ser admitido era necesario ser presentado por otro socio, no sé si había que pagar una cuota, el caso es que la entrada no era libre, como en el resto de los bares del pueblo, a los que tampoco entrábamos, ya que Don Benigno no era «animal de barra» y nunca se reconvirtió. Una vez vino  a dar una charla al Casino ya citado una personalidad cuya conferencia le interesaba escuchar y él quiso, ávido de saber, como siempre vivió, disfrutar ese momento. Le informaron de  algo que  ya sabía,  para entrar al Casino, tendría que hacerse socio , y él se las apañó y se apuntó para pisar esa vez…y nunca jamás. Mucha gente se alegró de ver cómo era obligado a plegarse a las normas de la «jet» del pueblo y, con la cerviz baja, pasar por el aro que el estamento  exclusivista política y socialmente correcto había programado. No fue comprendido por la gente en su época;  yo tampoco lo he comprendido. Comprender a veces es difícil, y no debe ser una obligación, todos sabemos que, con tiempo suficiente, voluntad de comprensión y alguien que te cuente lo que tú no eres capaz de ver con tus ojos, o que te los abra, simplemente, se puede explicar cualquier comportamiento. Aunque yo no entienda algo, cualquier cosa, de alguien,  siempre me queda la sagrada obligación de respetarlo en la medida de lo posible, y él se merece todo mi respeto doblemente, primero por ser persona y  luego por ser mi padre. Sin su existencia la mía no habría sido posible, y yo estoy muy agradecido a quienes me han dado la posibilidad de ser, y de pensarme libre, sin ir más lejos, para escribir lo que estoy escribiendo, incluso pasando por encima de todos sus defectos, que no creo que tuviese más que yo. 


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      Don Benigno era hijo de Atilano, una persona que empezó trabajando con un taxi cuya entrada pagó con el dinero de «la manzana» de su boda y terminó siendo propietario, con la ayuda de su unida familia, de tres cines, los tres cines del pueblo, Palacios, Capitol y Avenida amén del famoso «Círculo», que daba baile en el primer piso, llevando el  cobro de los recibos de la «luz» de la zona y regentando una fábrica de hielo que atinó a instalar cuando no existían frigoríficos ni congeladores en las casas, aunque aparecieran unos años más tarde dando bastante al traste con la, supongo, gran inversión que significaba un asunto semejante en semejante lugar, menos mal que se fabricaban también bombones helados, helados al corte, polos y refrescos, el mejor refresco, el «Colín», que venía directamente de Valencia y se envasaba en Logrosán,  ríete tú de los trinas y los acuarius, productos químicos de síntesis diluídos, el «Colín» era el no va más de sabor, y natural, natural . En palabras de su hijo Benigno…»mi padre vivió  sin dinero y trabajando como un negro para pagar réditos a los bancos toda su vida», ¡si hubiera conocido los tiempos que corren…!!!. 

      Su padre le pegó tres veces, una por descolgarse del piso de arriba del cine Palacios  al de abajo, la segunda porque, a consecuencia del palizón que recibió por la anterior y sufriendo castigo en la bodega en la que se criaba el vino, y es que Atilano también fabricaba vino, no se le ocurrió otra para vengarse que abrir un recipiente grande de gasolina y esparcirlo  por las escaleras para que saltara todo en llamas si a alguien se le ocurría encender una cerilla. Revolucionario mi padre ya a temprana edad, mi inconformismo debe venir de genes. La tercera no recuerdo por qué fue.

      Don Benigno decidió que daba mejor servicio y ganaba mucho más si se fabricaba él mismo las dentaduras  que tenía que colocar  e instaló, adyacente a la consulta y comunicado por una puerta un pequeño laboratorio de prótesis en el que enseñó ese bonito oficio a unos cuantos jóvenes  de sobra conocidos que, en estos momentos, frisan los sesenta; entre ellos Vicente Fuentes, persona sin tacha, noble como él solo, bueno como su familia, miembro de casta humana en peligro de extinción en esta nuestra traída y llevada piel de toro;  el hijo del famoso Juan Antonio, trabajador del SEMPA que primero se ocupó del bar del cine de verano (cine Avenida) y posteriormente instaló su propio «Bar Fuentes» al otro lado de la carretera, frente a la entrada del cine, Charo Morano, encanto y preciosidad de lujo donde las hubiera, una de las personas más guapas que han visto mis ojos y sigue siéndolo, de cuyas manos recuerdo muy niño un baño con agua fría que fue regado abundantemente por lágrimas de impotencia desde el principio hasta el final, pero es que estaba muy desagradable; ella y su novio  Pepe me hicieron las primeras fotos en color de  que dispongo. José Escribano, al  que  mi madre  llamaba Pepito Grillo, por la conciencia de Pinocho,  él nunca lo soportó, terminó por ser  jefe de laboratorio con mi padre y a cuya  familia entre Atilano (el padre)  y Don Benigno (el hijo) tuvieron siempre ocupados de alguna manera, su hermana Amalia era enfermera en la clínica y vendía  entradas en el cine, la madre, Antonia,  en la portería y Cecilio siempre como albañil y al que nunca  faltó trabajo mientras estuvo con mi abuelo. Mi padre me dijo siempre que José Escribano era muy noble y  me recomendó que me  portara bien con él, así lo hago. la clinica

Ahora regenta una clínica dental en Fuenlabrada llamada Jes-Ma y ha sido alto cargo del colegio de protésicos de Madrid,  dejó su cargo porque, de ese Colegio de Madrid me pusieron una segunda denuncia; la primera vino del  de Extremadura y, como consecuencia, y muy harto de mediocres con «poder», de trabajar en la Clínica de Logrosán que heredé de Don Benigno. La política, con su avidez sin fronteras, una vez más termina con algo bueno para seguir promoviendo y manteniendo la mediocridad del enchufismo y amiguismo nepotista, el motivo no viene al caso, simplemente es mejor, por respeto a ese colectivo, no contarlo. Perdonadme que ahorre energía negativa para hablar de este grupo que, tan injustamente me ha tratado como profesional y persona, cuando yo nunca me he metido con nadie e intento ayudar a todo el mundo, siendo hijo de Don Benigno y protésico, igual que ellos. Sólo decir que ese colectivo ha sido  fruto normal de nuestros primeros cuarenta años de democracia, sin escrúpulos a la hora de luchar por sus derechos usando la legalidad vigente, esa legalidad interesada y politizada de cuyos trapicheos nos estamos enterando poco a poco,  pisoteando si hace falta a  grandes profesionales honestos, sin tacha, excelentes y trabajadores entre los que me encuentro (¡Baja, Modesto, que sube Manolo!), entre muchos otros, yo mismo, vamos, lo que está sucediendo en tantos otros campos con tanto impresentable abusón de sistema sin ser demócrata…. Vaya por delante que el de protésico es un oficio que peligra tal y como lo conocemos hasta ahora y todo a consecuencia del progreso que es imparable.

MILI      Pasaron también como ayudantes Demetrio Moriano, de los «Pajotes», el primero de los ayudantes del «jefe», creo que entró a trabajar con diez años, hijo de la familia que llevaba el bar del Círculo entonces y que terminaron partiendo  de Logrosán como hemos emigrado tantos otros. Demetrio era el que me escondía el «tricículo» y el que me hacía «de rabiar», yo siempre decía que era el novio de la Juani, mi niñera; casi no me acuerdo de él en esa época, pero su hija Sonia, buena profesional, ha trabajado de dentista conmigo unos cuantos años y él es, sin lugar a dudas el mejor protésico de resina que me he topado (hay cada vez menos) y  especializado en ortodoncia. También ha sido cargo del Colegio de Protésicos de Madrid. Era el  que mejor hacía los ganchos, lo he oído decir toda la vida. Gerardo era mayor, conducía, se casó con Amalia Escribano y se suelen dejar caer a menudo  por Logrosán. Pero también he visto pasar a Francisco Serrano (Pinky), un monumento de persona y de familia, al que siempre sentí,  hemos bregado y trabajado mucho juntos, como el hermano que nunca tuve, a Juan Manrique (de los Rochiles de toda la vida), en la actualidad  uno de los mejores protésicos del país, me consta,  también lleva una clínica dental que se llama «Alba» y con el que trabajo codo a codo la excelencia de la profesión desde hace muchos años. Se puede decir que lo hemos formado entre mi padre y yo.  Pasaron por el laboratorio el primo de mi padre, Antonio Cano, antes de meterse a la Guardia Civil ,  Leandro y Paulino, que duraron poquito, y Sandalio, el hijo de Bernardo, éste más  de mi edad y con el que tuve un poco más de relación, Sandalio era buena persona, muy gracioso y echado «palante», se reía de todo sin tasa, un poco trasto y sabía de vida todo lo que a mí me faltaba, que era «todo» sin paliativos, lo que pasa es que yo me preguntaba cómo sería posible que alguien de tan corta edad me contara cosas tan salaces(mi abuela llamaba a eso la «Gramática Parda») de las que  a mí en mi casa no me hablaban. Y yo terminaba pensando que él tenía que estar equivocado a la fuerza, porque a mí, todo lo que sabía  me lo habían enseñado los adultos, pues… de lo que él me hablaba nunca nadie me había dicho nada. Yo, inocente ser, pensaba con toda lógica, que  a vivir y a todo y a esas cosas…me deberían enseñar mis padres y las personas mayores, no???, al menos a mi me parecía lo más coherente. Sandalio decía que mi padre era sabio o brujo, le decía: ayer estuviste en tal sitio con tal chica, y el otro abría unos ojos como platos y tenía que reconocer que era verdad. Asimismo pasaron Alberto Calero, unos cuantos años, con  Antonio Carmona, Juan Carlos «el Perita», Juan, y el último que se quedó: Manuel Gil, con su mujer Carmen, un matrimonio bien avenido con el que hemos pasado de todo, desde aquí les agradezco a todos todo lo que les tenemos que agradecer. Mi tía Dolores bajaba del piso de arriba cuando había que pulir dentaduras. Para el resto de la vida fue mi madre: Josefa Loro, auxiliar dental, el mejor protésico, por artista, que tuvo mi padre y la mano de repartir cariño y dulzura natural, esa que siempre le ha sobrado a ella y que sigue aportando a quien lo necesita. benigno 02

      Mi padre contrataba el taxi de Paco Benigno o el de Merino, aunque pronto se hizo con un Renault 4 L(cuatro latas) azul: «la burra», y al que hemos visto cargar desde cerdos a ollas de barro para llenar de miel, y desde tantos ladrillos  que daba con la barriga en el suelo y apenas podía subir la cuesta del río, hasta nueve niños y él conduciendo . Antes de romper el alba montaba a  toda su troupe y se iba a hacer «pueblos» en los que trabajaba una vez al mes. Recorría Madroñera, Garciaz, Herguijuela, Conquista, Zorita, Aldeacentenera, Guadalupe, Alía, Cañamero, Berzocana, Valdecaballeros, Castilblanco, Navezuelas, Solana, Navalvillar de Pela, Peloche, Fuenlabrada de los Montes, Deleitosa, Torrecillas de la Tiesa, Talarrubias,…en Herrera del Duque le hizo la dentadura al último verdugo que existió en nuestro país. Con él conversaba….»pero ¿usted no se siente culpable por haber matado a esas personas?» y el verdugo contestaba sencillamente: «el problema no era yo;   la justicia lo había sentenciado,  habría hecho algo malo, si no, nunca lo hubieran ejecutado, además, era mi obligación». Hacían uno o dos pueblos al día. Mi madre tenía que dejar hecha la comida para todos el día anterior (chuletas empanadas y esas famosas croquetas de bonito asalmonado que tantos enamorados tienen, el primero yo) y, saliendo a las seis o las siete de la mañana, volvían a las tantas y tantas de la noche. Se viajaba recogiendo trabajo medio mes, el otro medio mes era asunto de laboratorio, afortunadamente más sedentario, para fabricar lo que había de ser entregado al mes siguiente.

      Cuando no trabajaba en su bonita clínica de  Logrosán, pasaba la consulta  en casas particulares o pensiones, él sentado en una silla y el paciente en otra a la que se fijaba un reposacabezas,  cubo a la izquierda para recoger los enjuagues de  todo el mundo, aunque no era nunca «todo»,  luego no faltaba el que seguía escupiendo sangre por la calle y dejando «adornos rojos» en el suelo con total naturalidad, y un vaso lleno de agua que se limpiaba entre paciente y paciente, el cubo no. El torno eléctrico colgado de un trípode, y, por si acaso, otro torno «de pie»,  la electricidad se iba con bastante frecuencia y no podía uno echar el día en balde; una lámpara de andar por casa para poder ver algo y …a trabajar. Mientras él extraía piezas y las tiraba al cubo o tomaba medidas, registros y hacía algún (pocos en verdad) empaste, sus ayudantes arreglaban dentaduras rotas, pegaban dientes, daban forma a los ganchos, vaciaban impresiones con escayola,  montaban en articulador los modelos y limpiaban lo que se iba usando. Una vez, al llegar a un pueblo y ver gran cantidad de gente esperándolo, porque tenía muy buena fama, él se acercó a uno y le dijo: ¡Usted va a ser el primero!….  por el hombro asiólo,  sentólo, anestesiólo, y limpióle o sacóle  todo lo que tenía que limpiar o sacar,  extraía todo lo que extraíble el mismo día, esperaba dos meses para las medidas y hacía la dentadura. Así que, tras las «sacaúras» ,  preguntó al señor si iba a querer el trabajo de metal o de resina, a lo que el buen hombre  repuso: «No, si yo no quería una dentadura, yo soy el electricista y me habían llamado para arreglar un problema que tienen en esta casa, aunque, también es verdad,  andaba pensando en arreglarme la boca,  yo no venía hoy al dentista, tengo mucho que hacer, pero bueno, ya que usted me ha cogido….adelante!, me la voy a poner de metal,  no se rompen tanto». 

      Don Benigno llevaba además cinco colmenares, nuestra familia es  saga de apicultores y el hobby de mi padre eran las abejas, amaba las abejas, su laboriosidad, su forma de vivir, su equilibrio social, su reparto del trabajo, su sistema sano de gobierno. Sabía de abejas lo que no estaba escrito, se había leído todo lo que había encontrado acerca del tema. ¡Cuánto hubiera disfrutado con el Internet!, cuando lo pienso se me ponen los pelos de punta. Descubrió, cuando no había ningún remedio eficaz para esa plaga apícola tan dañina, que la acariasis se curaba poniendo flor de azufre en la piquera, y se sentía muy orgulloso de su descubrimiento. Escribió a mano y terminó un libro  , que guardamos celosamente por si a alguien le interesa. Tenía colmenares por todos sitios: el del Barrerón en el que había más de cien colmenas, la Olivilla, Belén en Cañamero, las del molino familiar en el Río y las de nuestro huerto . Además se hizo cargo de la explotación de la finca de mi abuela Catalina, La Villalba, allá por 1973 cuando mi tío Alfonso Loro murió víctima de un desgraciado accidente de tractor. Y luego, para redondear al alza, heredó la huerta de su abuela querida en el río, compró otras dos cercas y se puso a construir una casa y un establo, criar animales: conejos,  cerdos, ovejas, vacas y cabras, le encantaba la leche de cabra, las ordeñaba él mismo; sembrar alfalfa y maíz, cortarla con su guadaña personalmente para dar de comer  a los bichos y plantar árboles, por si no tenía bastante con todo lo que abarcaba ya, es decir: el día que hacía pueblos tenía que levantarse a las no sé cuántas de la madrugada para dejar a sus animales atendidos y volver por la noche después del jartón de trabajo, de día y de kilómetros. 

     benigno 04 Una de las imágenes más bonitas que le recuerdo es parar a descansar apoyándose sobre su eterna guadaña, mi prima Mari decía que, con la guadaña, parecía la Muerte pelona, pero no, era la imagen viva de la vitalidad y el esfuerzo, su pañuelo atado por cuatro picos rodeándole  la cabeza, las sienes punteadas de sudor, la guadaña de pie y él apoyado en ella con el codo mirando desafiante al infinito como diciéndole «no te preocupes, que a tí también te tocará». 

     A los cuarenta y dos años tuvo un problema de salud. Sé que no va a ser del gusto de mi madre que cuente esto, pero es muy interesante, yo sé que Don Benigno nunca mentía porque se sentía más allá del bien y del mal y no necesitaba, en absoluto,  falsear la realidad.  La  historia me la contó él, pero creo que nunca se le ocurrió decírselo a mi madre, porque ella, de seguro, no se habría quedado simplemente cruzada de brazos al escucharla y habría montado en la poca cólera de que dispone: encontrándose un día muy harto de trabajar, porque razones para vivir agotado no le faltaban, se acercó a un árbol que no recuerdo que especificara y levantando la cabeza rezó: «Señor: mándame algo que me meta en la cama, que me haga descansar una temporada y que no me duela, ya que está visto que yo, por mi, no soy capaz de tomar descanso». Dos semanas más tarde y debajo de ese mismo árbol comenzó a sentir una especie de cosquilleo en los pies, él añadía «así que ten mucho cuidado con lo que pides porque a lo peor tienes la mala suerte de que te lo concedan». Fue diagnosticada una encefalomielitis  a causa de un virus neurotropo en la Clínica de la Concepción y meses después estaba ya en una silla de ruedas. Uno de sus ayudantes me ha contado que se le cayó unos días antes una alpaca de paja encima de la cabeza y que él bien creía que la enfermedad fue a consecuencia de ese accidente. La causa da igual, lo que importa son las consecuencias; los que nunca hemos tenido que usar una silla de esas, creo que no nos hacemos idea de lo que significa quedarse en el sitio y no poder andar. Fue un drama que no he sido yo capaz de asimilar como persona madura hasta hace pocos años y mucho después de su muerte; una tragedia para él, que estaba en la flor de su vida, una tragedia para su familia y una tragedia para su mujer, a la que le cayó un buen tártago. Aquel espíritu aventurero que no dejaba títere con cabeza por donde pasaba, ni Roma con Santiago, que movía energía para dar y tomar, que, literalmente, no paraba quieto, se vio obligado por las circunstancias a quedarse recluido en una  cama, desde donde lo vi atender al principio como podía a alguno que se escapaba a la Fuente Arriba buscando sus manos. El único sucesor, yo, con quince años estudiando en un colegio interno de pago para hijos de médicos en Guadalajara que costaba un ojo de la cara, y él con dos o tres  obreros cuyo puesto de trabajo dependía directamente de su trabajo personal…es difícil asumir en profundidad el drama que se nos vino encima. Al principio no lo admitió, era muy rebelde y todos tuvimos que soportar de todo, especialmente la Loro, pero poco a poco se fue acostumbrando, y eso lo tengo  que escribir con los ojos llorosos. 

      En los conceptos que manejo yo de Medicina moderna, consideramos la enfermedad como entidad que viene a enseñar algo a una persona; alguna cosa que no puede aprender de otra manera. La enfermedad, dicen, no es mala, viene a cambiar el suelo, a que te plantees cuestiones, a que mires las cosas desde otro punto de vista, a hacerte madurar. Pero hay cosas muy tristes, y con la silla de ruedas de mi padre entramos en un capítulo más o menos teñido de gris que duró diecinueve desagradables años. Murió trece días después del nacimiento de nuestro hijo pequeño, Noël, y tuvo la mejor muerte que se puede desear porque fue  un infarto cerebral  masivo mientras dormía; no sufrió absolutamente nada. 

       Lector infatigable, bulímico de palabras, filósofo autodidacta, amante de la poesía, Quevedo lo entusiasmaba, aunque no  las grandes novelas,  creo que para él los libros tenían que enseñarle cosas, no contarle historias, así que pienso que se tenía prohibido disfrutar como enano de una buena redacción porque los libros «no eran para divertirse, sino para aprender»; partidario de la libertad total para las personas, reacio a cualquier forma de control por parte de cualquier sistema de poder de los que siempre fue enemigo acérrimo, y que decía que había que leer siempre los libros prohibidos, y esos antes que los que no lo estuvieran, ansioso acaparador  de conocimiento, acumuló bibliotecas y bibliotecas llenas de tomos además de la enciclopedia completa Espasa Calpe, que fue su última compra (sólo en la sala de estar tenemos ocho librerías colgadas), y sí que es verdad que había leido todo lo que en casa tenía, entre otras cosas porque muchos de los libros tienen anotaciones al margen. Se pueden apreciar las obras completas de Ortega y Gasset («yo soy yo y mis circunstancias») y las de Gregorio Marañón, del que aprendí algo muy  interesante: «en Medicina (que puede ser cualquier otro campo) vale más estar a la «penúltima» que a la «última». Me encargó la Historia de la Medicina de Laín Entralgo (ocho tomos), el Talmud, que no se lo pude conseguir porque eran bastantes más (unos cuarenta) y el «libro rojo» de Mao Tse Tung, que se lo trajimos en francés de París. Él había conseguido en una librería argentina «La república de las hormigas» de Maurice Talleyrand por su cuenta y algunos libros «prohibidos» por los que detentan el poder, esas personas que se arrogan el decidir lo que los demás debemos o no debemos, podemos o no podemos leer. Por la subsistencia hay entes que son capaces de cualquier cosa, a mi esa actividad me produce el más profundo asco y repugnancia extrema.  Eran los censores de la época, a cuyo grupo perteneció alguien que luego disfrutó de fama mundial: Camilo José Cela, y si no lo sabíais os enterais ahora, que nunca es tarde si la dicha es buena, es más: he oído decir que una de sus mejores obras, creo que «La colmena», la escribió con párrafos e ideas de los que había  censurado a tantos escritores. 

     Don Benigno tenía una conversación muy lucida y tremendamente interesante, pero casi siempre sólo hablaba él, y no porque fuese exclusivista, es que se apasionaba vehementemente con cualquier asunto, ya que siempre tenía mucho que decir, y, prácticamente, no dejaba meter baza. Dirigía las conversaciones; sin aparente intención cambiaba sutilmente de tema cuando le apetecía, y él se alegraba de poder hacerlo, vamos: un manipulador. A mí me daba miedo cuando era pequeño, porque resulta que explotaba con frecuencia, y cuando eso sucedía su carácter sanguíneo lo llevaba a ponerse nervioso, violento,  mucho, y se le iba la fuerza despotricando y vomitando exabruptos por la boca; luego no era capaz de hacer  daño a nadie, es que era así su carácter, y tampoco se daba cuenta, porque no le importaba, si alguno se sentía herido o no por su actitud o algún comentario suyo. Muy buen profesional haciéndolo a su manera y del que he aprendido tantas cosas, su trabajo  estaba concebido para durar todo lo que se pudiera y dar la menor cantidad de  problemas posible. Quedan muchos empastes de los que él hizo y siguen funcionando. Es más, 19 años después de  su muerte aún hay mucha gente que lleva dentaduras suyas. Nunca entró en el mundo del «usar y tirar». A partir de  su parálisis trabajó desde su silla de ruedas, remontándose con la fuerza de que disponía a su desgracia tuvo que acostumbrarse y volverse ambidiestro. Decían malas lenguas que «se había quedado sin fuerza en los brazos», pena de gente, si hubiese tenido la cara de los maledicentes a mano les habría demostrado con un contundente bofetón cuán equivocados estaban.

       No me queda otra que asumir públicamente un deseo que tengo desde que lo escribí. Algún día se realizará, al menos eso espero. Sabiendo que le gustaba la poesía me emperré por escribirle una y quiero dejársela en su lápida, una sólo para él y de parte de su hijo. Dicen que «al burro muerto, la cebá al rabo», pero yo os digo que nadie se muere, es imposible, se abandona el cuerpo que tenemos prestado porque ya no sirve, pero la esencia de la persona permanece, no sé dónde, pero yo os digo que los grandes espíritus no mueren nunca y los pequeños tampoco,  todos somos piezas de un puzzle inmenso  mientras vivimos, poca gente sobra, los dañinos porque hacen daño, los ángeles porque alivian, etc…A continuación os la pongo, e, inspirado por su carácter y sintiéndolo mucho me da igual si os gusta o no, esto lo he parido yo y es lo que hay:

PARA MI PADRE

Te debo el lujo de mi existencia y todo el tiempo que he necesitado para ser consciente de ella,

me has conseguido la persona que soy al día de hoy y el milagro de un cuerpo sano

que me ayuda a vivir todos los días, sentir, cantar, amar, gozar y reírme tanto…de mis muchos defectos.

Por los cinco sentidos y algunos más que de ti habré heredado y seguro que tengo,

por haber de tu mano conocido humanidad , valor , abnegación y el ejemplo sin par de tu espíritu inquieto…

el amor al trabajo, al estudio, dedicación, exigencia y desvelos del trabajo fetén, bien terminado y hecho.

Y suscitar el amor por la honradez , justicia, libertad, sinceridad, por la conversación, por la familia…y el esfuerzo.

Por haberme enseñado a apreciar el trabajo de otros y sus vidas, sus magias…y sus hechos.

Por haber sabido labrar mi futuro sembrando tu simiente y tu conocimiento desde el primer momento.

Por enseñarme a buscar la verdad en cualquier caso obviando en lo posible prejuicio y sentimiento.

Por ser  ejemplo en vida y ser un guía muerto, por eso y lo demás,

nunca tendré palabras para agradecerte como tú merecías que yo no supe darte, y perdóname esto,

en aquel tiempo, cuando tu estabas vivo, a mano, expectante, anhelante…

Gracias por lo que me enseñaste y lo que me ocultaste,

por haberlo hecho con todos nosotros lo mejor que has sabido, podido o te han dejado.

Sólo podemos desear de tantas y tantas almas conocidas al compás:

que allá donde te encuentres seas libre y muy feliz,

que tengas sierra, campo y bosques para proyectar y realizar,

que  andes acompañado de tus ángeles

de un hermoso colmenar a otro, cada cual más bonito,

y que, de los millones de flores que tus abejas liben,

le endulces con su miel la vida celestial a los que allá compartan tu presencia

como has endulzado aquí el futuro de los que hemos tenido la inmensa suerte de haberte conocido,

los que a tu lado hemos vivido…

y no te olvidaremos.   

Tu hijo.

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6 comentarios to “CRÓNICAS: Lecturas del fin de semana.”

  1. Veras manolo, que cosas tiene la vida,El homenajes que rindes a tu padre es digno de el buen hijo que seguramente tu eres,y de verdad los valores de su legado, son de lo mas ricos humanamente

    Es emotivo tu sentir,y es una suerte haber tenido alguien tan especial como padre,teniendo en cuenta que no era fácil ser tan diferente en una época que las clases sociales estaba tan marcadas,porque hay que reconocer que nuestro pueblo era muy clasista, es un merito añadido a ser tan honrado con uno mismo,y mas a mas dejar ese legado por herencia como eres tu mismo.
    Pero el motivo de mi comentario hoy, y para que veas las cosas de la vida,es quizás para recordarte algo que tu no conoces o no recuerdas
    No te digo esto para darte palma ditas en la espalda,pero en cierta forma yo desde bien pequeño sabia muchas cosas de tu padre,y aunque nunca te dije nada, me acuerdo perfectamente.
    Mi hermano Rafael todon masa, desgraciadamente murió hace años en Alemania,,pues desde bien pequeño, trabajaba o ayudaba a tu padre,bien con los animales o en la clínica de entonces, estuvo mucho tiempo quizás tu no recuerdes o eras muy pequeño,el caso es que contaba muchas cosas de tu padre en mi casa, naturalmente ,porque era un hombre que se diferenciaba de los demás por su forma tan especial de ser, siempre escuche hablar ami hermano, de don benigno, que si don benigno esto o aquello incluso muchos años después de no estar con tu familia,
    Después cuando se fue Alemania, siempre que venia pasaba a verle,mi hermano siempre recordó la época que estuvo con tu familia y don benigno, agradecido antes e trato que recibio,,,,abrazos manolo,,,emilio

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  2. le recuerdo a D. benigno como si fuera hoy…hace muchos muchos años fui paciente era una niña y llore mucho por que me asustaba el ruido del torno y me decia si lloras te lo paso otra vez jjjj….en su silla de ruedas y con su chaquetilla granate del mismo color que sus mejillas… un relato precioso.

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  3. Yo conocí a tu padre, como vecino y como paciente. Con tu descripción le he recordado como si se tratara de una foto, aunque de paciente me producía mucho terror.

    Preciosas tus palabras y más tus sentimientos

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  4. Precioso

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  5. Cascas más que un sacamuelas, Manolo, pero qué bonito!

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  6. Este relato me parece el más interesante de los que nos has echo disfrutar, me has echo conocer a tu padre de una forma muy distinta a la que creo que todos conociamos, este en el infierno, como tu dices, o en el cielo estoy segura que estará orgulloso de su hijo

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