LAS ESCUELAS NUEVAS, MI PRIMERA COMUNIÓN Y MI TÍO GOYO
Manuel Palacios
Según mi madre, mi padre empezó a engordar cuando compró el primer coche. Antes íbamos andando a todos sitios, incluso a La Villalba, (dieciocho kms.) de la que hablaré en otra ocasión. Le encantaba subir a la Sierra e ir al molino de su familia en el Río. Amo sin límites conocidos ese río; me ha acompañado toda la vida, me mece su sonido, me acuna su agua dulce, me cantan sus atardeceres dorados de color rosa salmón, la consistencia de su aire, sentir la piel tostada por haber pasado el día en plena naturaleza, me ubica nostalgias, me define sensaciones de todas las etapas de la vida. Hemos vivido mucho de todo tipo y todos, en sus brazos, siempre está ahí, amigo fiel, noble, eterno, abierto, generoso y esperando para adornar la Vida de los otros, esplendoroso en las horas
mágicas, esas del verano en que el calor inhumano de la siesta se vuelve tibio, acogedor y feliz, hasta el punto de mitigar las penas, porque si tienes una sientes que se destiñe gradualmente tomando el mismo camino que los colores y las formas según se marcha el astro rey, acompañado todo de la rumorosa y orgíastica cháchara de chicharras, grillos, insectos y pájaros a la caza de comida o de cariño antes de buscar una rama para pasar la noche. El río Ruecas es una entidad viva y cambiante, serrano con mucha personalidad porque viene directamente del pico más alto de Extremadura. Actualmente no lo concebimos sin sus, al parecer, eternos alisos, sin embargo al padre lo oí decir muchas veces que cuando él era pequeño en el río no existía esa clase de árbol, y yo certifico, por observación directa, que la fauna, la flora y el río cambian con bastante frecuencia, hay charcos buenos para el baño que cinco años después están llenos de piedras de todos los tamaños arrastradas por la corriente, antes se podían pescar peces «a cuevas», pobrecillos; también existían mejillones de río que no servían más que para llenar un cubo, es que eran imposibles de comer por duros y chiclosos cuando cocían. Y además «gallaretas», barbos, peces minúsculos, colmillejas, sanguijuelas en las corrientes, pájaros acuáticos, adobas y un montón de culebras de agua. Luego llegó la época desgraciada de la importación de especies del extranjero, lucios, black bass y cangrejos ¿americanos? que terminaron con la fauna autóctona gracias, una vez más a la yatrogenia de los que se creen por encima de todo, juegan a ser Dios y toman decisiones equivocadas, seguramente buscando un beneficio particular, pero que arruinan el natural ecosistema que había existido desde el principio de los tiempos. Ya ni miro por miedo a la respuesta, pero creo que he vuelto a ver peces útimamente en el charco del aliso.![]()
En cierta ocasión asistí al deplorable espectáculo de un «embarbascamiento» del charco Flores (con la legislación actual, creo que se resintauraría el garrote vil como suplicio si se juzgara esa actividad) usando palos largos a cuya punta iba atado un saquito de tela bien cerrado y lleno de gordolobo , desde el interior del charco se recorrían los márgenes metiendo el gordolobo en el agua y moviendo el palo con parsimoniosa lentitud, como paseando, y se insistía metiéndolo en las «cuevas» hasta el fondo unas cuantas veces en una coreografía irreal, ballet sin más música que el murmullo del agua, no se podía hablar alto, esa actividad estaba superprohibida. El efecto de la droga comenzó a notarse a los pocos minutos, los peces salieron todos al charco, se quedaban como atontados y se dejaban coger sin oponer resistencia. Creo que sacamos más de cuatro grandes cubos de especies de todo tipo. Vaya por delante que aunque intenté cazar y pescar muchas veces, más que nada por parecerme a los otros niños, siempre anduve sufriendo por los pobres bichos, maté pájaros con una pajarera, pero dejé pronto de cazar y pescar, no soy capaz de ver sufrir a los animales, y según avanza el tiempo me vuelvo más solidario con ellos. De todas formas esa noche no tuve ningún remordimiento, eran los adultos quienes habían embarbascado el charco y yo, con todos los demás, solamente cogía los peces con la mano delirante de satisfacción y los echaba al cubo. Confieso que, a pesar de mi ética y mis problemas de conciencia esa tarde noche ha sido de las más felices de mi vida.
Posteriormente el río se empezó a secar por sistema, a causa de las presas, en verano, quedando tan horrible, de puro feo, que daba pena; bajo el puente siempre hubo un venero que ya no existe, el charco del aliso no tenía aliso, pero un buen día le salió para delicia y solaz de los que nos hemos balanceado al extremo de su cuerda. La preciosa tabla de Corchao, con su ribera arbolada de grandes especímenes, desapareció bajo el embalse del Ruecas, la huerta, que no los frutales, la casa y el establo en los que mi padre puso tanta ilusión le fueron expropiados para poder construirlo. La historia completa, hay que decir que el Ruecas fue mucho tiempo linea divisoria entre ambos bandos de la guerra civil, parece haber tenido un protagonista que a veces se hace escuchar cuando se sale de madre tras períodos de intensas lluvias: el Ruecas es un río de montaña, crecido es torrente peligroso, espectacular, en medio del fragor se escucha y se siente la vibración al rodar arrastradas por la impetuosa corriente las piedras grandes. Río amigo, todos lo sabemos, pero también, aunque a mi no me gusta llamarlo así, asesino involuntario de imprudentes; que yo sepa se ha llevado dos vidas, una la de la hija de Don Tomás, y yo creo que una generación completa hemos tenido que guardar la digestión a causa de aquel infortunado accidente. El «yoga español», que es la siesta vulgar o, la más refinada: «siesta erótica mediterránea fantástica y milyunanochera» va acompañada de esa milonga que se les cuenta a los niños para que no se alejen mucho, a ver si les va a pasar algo. Lo de la digestión es verdad, pero se puede evitar entrando poco a poco si el agua está muy fría.
Me veo obligado a contar una anécdota que poca gente, por no decir nadie, sabe. Cuando terminé Estomatología y empecé a trabajar como dentista, fui a un curso con el Dr. Ángel Lasala, uno de los «padres» de la Endodoncia (una endodoncia es el noble arte de sustituir el nervio de un diente por un material inerte con el fin de evitar su pérdida), aunque fuese español, había emigrado a Venezuela después del 39 y desarrollado toda su actividad profesional, investigadora y docente en Caracas. Una figura de la Estomatología mundial, ahora ha vuelto a llamarse Odontología y no hace falta ser médico, uno de los mayores desatinos que nos ha traido la democracia, el hacer desaparecer la Estomatología como especialidad médica cuando Florestán Aguilar , mucho antes de la Guerra española había conseguido que los dentistas fueran médicos . Compré su libro, siempre me han llamado la atención los grandes científicos, estando a su lado ya aprendes, de su porte, su manera de tratar a la gente, su delicadeza, el amor y el entusiasmo por su trabajo, ese aire inherente de gente ecuánime, buena, asentada, máxime si peinan canas, y el Dr. Lasala, a la sazón, era de edad bastante avanzada. Dialogando con enorme respeto, apareció el tema de la natación, no me pregunteis a cuento de qué vino, él me contó que había aprendido a nadar en la época de la guerra, cuando se encontraba destinado en el frente, del lado nacional, en el río de un pueblo perdido del centro de España que se llamaba Logrosán. Júzguese mi sorpresa cuando lo escuché…»Pues yo soy de Logrosán», júzguese, a la vez, la sorpresa del profesor cuando me oyó….Hasta me lo escribió en la dedicatoria del libro que le compré. Me contó pocas cosas del pueblo, más bien buenos recuerdos, de ellos, el más importante el del aprendizaje. El frente en el Ruecas me parece que no se regó con mucha sangre. También me confesó que se había marchado de España porque se estaban violando en la posguerra todos los derechos humanos y él no podía soportarlo.![]()
En mi infancia el sitio de moda para bañarse era el famoso «Charco Flores», el mismo a cuyo «embarbascamiento» asistí, impracticable hoy; allí aprendí yo a nadar entre las enseñanzas de mi padre y mis propios experimentos, un día me dí cuenta de que flotaba y a partir de ahí el agua me ha acompañado toda mi infancia y juventud; niño gordito por desequilibrios alimentarios de otras épocas, en el agua encontré una amiga que me aliviaba por entero del peso que tenía que soportar fuera de ella. En ese charco jugábamos con una especie de gran «moto hinchable» a la que llamamos «el pato» y sobre la que era francamente difícil mantenerse en equilibrio, así que era una eterna pelea y solaz para todos los niños que hubiera en el charco, Manolo Pérez, los ayudantes de mi padre y cualquiera que quisiera meterse al asunto, por sustituir al que estaba encima. Conste que, aunque el pato era mío, a mí, enemigo de la violencia ni se me ocurría participar, prefería quedarme en la orilla jugando con un barquito velero precioso de madera que me había traido mi papa de una feria del Campo. Yo era un niño gordo por exceso de alimentación y lectura, pero no me puedo quejar, todos sabíamos de la existencia de algo sobrecogedor y tremendamente socorrido llamado «el año del hambre» con el que, por una parte se nos medio asustaba, y por otra se nos echaban en cara nuestras «picas» y melindres a la hora de comer. Nos hizo falta cumplir unos cuántos años para entender lo que a unos niños les costaba tanto. Sin ir más lejos, cada vez que hacías un remilgo ante una comida te decían: «qué año del hambre que os cayera…!!!», debió de ser muy malo, porque lo he oido más de mil veces. El año del hambre fue el posterior a la guerra, los tres años que duró ésta, al menos en nuestra zona, no se sembró y España, tras la victoria de los golpistas, fue aislada del universo político mundial, como si fuera un apestado o leproso, ¿o es que si que lo era? …por la comunidad internacional. En una de las manifestaciones populares de la plaza de Oriente, con motivo de la exclusión, había una pancarta que rezaba: «SI ELLOS TIENEN O.N.U. NOSOTROS TENEMOS DOS», había que entender qué coño era la O.N.U. y qué eran los dos, que teníamos todos, en la Plaza de Oriente. Entonces las manifas eran allí, ahora hemos evolucionado y tienen lugar en Neptuno, ese Dios de todos los mares, superficies y profundidades, y es que debe de ser que el gobierno sabe perfectamente que el pueblo español «en el fondo no es tonto».
Pues ya sabes: no te quejes de la comida que hay gente que hoy se va a acostar sin comer, a los niños nos han intentado convencer de todo, y lo malo es que nosotros, pobres, no podíamos responder porque no teníamos argumentos… Familias regidas , muchas de ellas, por estructuras de poder tipo «ordeno y mando» que engendran a la larga amor y odio a esa palabra. En mí tremendo odio, y, a muchos de los que nunca van a ser capaces de escapar a ese arquetipo…les aplico, sin reservas ese dicho de Mama Nina: «Mi padre manda en mi madre, mi madre manda en mi hermano, mi hermano manda en mí, y yo mando en las gallinas: todos mandamos aquí». frase genial que destila filosofía rala y baratilla, pero de abrupta contundencia . No se puede expresar con menos palabras que el poder es una corrupción de todas las personas sometidas unas a la tiranía y arbitrariedad de otras, ya que cuando alguien ha sentido estar «por debajo…» solamente anhela, como objetivo, el estar «por encima…» al objeto de poder vengarse de otros a los que situará «por debajo». Y así desde la cuna a la tumba. Las relaciones de mi pueblo cuando yo era niño estaban basadas en ese desequilibrado esquema de poder. El menor que preguntaba algo a lo que un adulto no sabía responder se arriesgaba a recibir un «zumbío» y ya no preguntaba nunca más. Al ganar la guerra de la Independencia contra los napoleónicos y más cultos, todo hay que decirlo, invasores franceses de Pepe Botella (mira tú, como la actual alcaldesa de Madrid), España se enquistó en una manera tremendamente antigua de ver las cosas. Con la Guerra fratricida del 36, volvió a enquistarse en el «glorioso imperio perdido», «Santiago y ¡Cierra España!» (lo contrario de abrirla, que es que parece que no sabemos ni leer), lo decían Goliath, el Capitán Trueno y el Jabato acompañados de Fideo de Mileto y Crispín y Taurus; …..lo de «Santiago y ¡Cierra España!» es, realmente, muy fuerte. Lo sé muy bien porque, aunque en mi casa no existían los personajes de «teveo», ya que habían sido formalmente prohibidos por el poder local, abundaban en cualquier casa del exterior: aparte de los ya citados, y que eran mis preferidos, estaban el «Pumby», «Mortadelo y Filemón», «Carpanta», «Zipi y Zape», «el botones Sacarino», «Petra, criada para todo», «Doña Urraca» y, en una pareja de personajes de cómic muy famosos, el resumen de cuarenta años de «gobierno del pueblo» mediatizado por ese interesado enfrentamiento «escénico» bipartidista: derechas absolutamente vencedoras e izquierdas mucho más vencedoras de toda la vida, ideologías basadas en cosas que ya no existen y han dejado el paso a «ladrones» y «gente víctima del latrocinio, o sea: las personas normales y honestas que no somos capaces de quedarnos con un céntimo que no sea nuestro», a estas alturas y a la vista de los resultados que ha tenido su buen hacer democrático, creo que todos habreis deducido que hablo de «Pepe Gotera & Otilio: chapuzas a domicilio».
Basta mirar alguna foto de aquellos tiempos para ver que Logrosán era un pueblo tremendamente vivo y vital, los domingos o cualquier fiesta mayor se llenaba la carretera de paseantes, la gente, como en todos los países ribereños del Mediterráneo vivía más de puertas afuera que de puertas adentro. Parece mentira que cupiera tanta gente en un pueblito. No lo hemos vuelto a ver así, a lo peor es que ahora la gente se mueve en coche…y ya se ven casi menos personas que vehículos más o menos ocupados.
LAS ESCUELAS NUEVAS Y MI TÍO GOYO
A los siete años tomé la primera comunión y me regalaron mis padres un Dogma Prima dorado, sé que la hice con siete años porque me estaban empezando a salir los centrales inferiores y me comí, mientras nos hablaban en la Iglesia, porque fuera no me lo comía, en cómodos plazos, pero literalmente, el librito del catecismo, con sus tapas finas de cartón y todo, desde la primera a la última página, ya que lo hacía con el librito cerrado. Por la parte superior hasta llegar a las letras y por la inferior hasta llegar a los números de página; y una reflexión de conciencia «escrupulosa»: «los números también te los puedes comer, porque no hacen falta, lo importante es lo que dice el catecismo» y sentir a la vez conmiseración por mí mismo ya que no era capaz de parar. Yo pensaba que no debía comérmelo pero lo hacía, y con el agravante de fruición mezclada con una especie de placer profundamente vicioso; no podía evitarlo, era como una necesidad, terminó el pobre catecismo con la silueta de un mordisco por arriba y otro por debajo. En el grupo de niños de catequesis, ya el primer día, cuando muchos no nos conocíamos, por vivir en diferentes barrios alejados, surgieron de la nada dos líderes o jefes; véase lo que dan de sí los esquemas de funcionamiento por estructuras basadas en el poder y jerarquizadas hasta el infinito, antes ya citadas y a las que tan acostumbrados nos han tenido a todos desde hace miles de años, pero, en esta ocasión copiadas al pie de la letra y ejercidas por unos niños; evidente y automáticamente se crearon sendos grupos para cada autoproclamado «capitán», uno de ellos era Vicente, ya citado en el desafortunado accidente a causa de la traviesa traviesa. El otro era Juan Luis Roldán, ambos futuros amigos y compañeros de Colegio; las niñas estaban a lo suyo, que nunca fue la pelea, sino la observación, y yo, mientras veía cómo degeneraba el asunto desde las provocaciones verbales hasta que los dos citados rodaron por el suelo un buen rato en un «vaque» peleón, y terminaron llenos de lágrimas, sudor y polvo mezclados en la explanada de la Iglesia sin que hubiese vencedor ni vencido gracias a la intervención de algún adulto sensato; pensé para mis adentros: «¿y estos dos van a tomar la primera comunión?…Pues…¡ si que empiezan bien!, son «buenísimos», en fin: allá ellos!!!», yo prefería, directamente, no ir al infierno, y es que me tenían la cabeza los adultos con el infierno y las calderas de Pedro Botero….»¡¡¡Así te dejaban la cabeza…!!!». Mi catequista, un encanto de chica, me regaló, casi al final, una postalita porque yo me sabía el citado librito de cabo a rabo sin duda ni pestañeo, no tiene mérito, siempre me ha acompañado una buena memoria y no quiero perderla, los datos no ocupan espacio y te salvan de un montón de situaciones desagradables, ejercitarla es un deber, no os fieis de esos que dicen que no tiene importancia , son puros envidiosos que quieren que todo el mundo tenga esa carencia, igual que ellos. En la postal me escribió «da de comer al ambriento, da de vever al sediento» y yo llegué a casa, muy ufano de mi primer regalo por haber aprendido algo, preguntando a mi mama si la catequista podía poner faltas de ortografía cuando a mi me lo tenían penado…Vamos, el repelente niño «Vicente» era poco para mi caso.Aclaración: este «repelente niño Vicente» era un personaje de viñetas anterior a nuestra época y no tiene nada que ver con el trasto que era nuestro Vicente por la época en que lo ví pelearse. Nos contaron que una vez se escondió en un baúl de su casa para que no lo encontraran, al dejar caer la tapa el mueble se cerró por fuera , de tal manera que se quedó encarcelado. Puede uno imaginarse la preocupación de toda la familia buscándolo por todos sitios…excepto donde nadie podía imaginarse, no sé cómo pasó, así que lo esbozo, pero no lo relato.
La primera comunión transcurrió según los planes establecidos. Hoy debe ser igual, sólo que hace ya unos años escuchaba a una persona mayor quejarse: «es que las comuniones están ya a diez mil pesetas», y a mi me da un poco de pena que a los niños se les de ya tan pequeños «mordida». Me han dicho que durante el piscolabis mi primo Willie empezó a beber cerveza y se agarró un peo considerable, yo no estaba, que me había llevado la señora Isabel para hacer el desfile y paseíllo a recibir dinero o regalos y escuchar a todos los conocidos y familiares…»ahora tienes que ser bueno», o «qué guapo», mira tú si le importa a un niño de siete años estar o no guapo, le importa más si le aprietan los zapatos, que me apretaban, o si está asándose al sol casquero de peregrinación bajo su hermoso trajecito de capitán. Para las niñas es totalmente diferente, están más evolucionadas y creo que se sienten verdaderas princesas. Para el Corpus nos volvieron a vestir con el mismo traje a todos los que la habíamos hecho ese año y en la procesión íbamos por el centro en fila de a dos tirando pétalos de rosas a diestro y siniestro de un cestillo lleno que cada uno llevaba , vamos, es la primera vez que me he sentido bastante gilipollas a tan corta edad, pero las señoras no paraban de decir que qué guapos y qué bonitos estábamos, y, supongo yo que había que creérselo.
Por aquel tiempo me llevaron a las Escuelas Nuevas, creo que todos las seguimos llamando igual, alguien se tuvo que preocupar de firmarme los cursos a los que no había ido, yo lo supe indirectamente. En mi primer año de vida escolar me metieron directamente en clase con mi tío Goyo, y se empezó a forjar una gran amistad que ha durado, creciendo desde entonces poco a poco, pero sin parar, hasta su reciente muerte. Goyo era muy buen maestro, muy buen pedagogo, se notaba que quería a los alumnos y adoraba su profesión. Los niños somos muy sensibles a las personas que nos quieren y olemos a los que no les gustamos. Tengo vagos recuerdos de ese curso, no así de los siguientes, en los que empecé a conocer a gente tremendamente importante en mi vida y con los que sigo manteniendo una relación harto satisfactoria por duración y calidad. No os vayais nunca, amigos.
Quien se haya acercado a Gregorio Morano (Goyo) con la sana intención de relacionarse para saber cómo pensaba, porque era alguien que atraía intelectualmente, se habrá dado cuenta que destilaba un «savoir faire» y un «savoir vivre» (saber hacer y saber vivir) despampanantes, acompañados por una habilidad especial para conservar íntegras sus grandes ideas sin pelearse nunca con nadie, pienso que era alguien tocado y guiado de la mano por un ángel cuya cercanía le había revelado secretos de la vida y la enseñanza que no están al alcance de cualquiera. Pintó, leyó, estudió de todo, hasta árabe, aprendió música y cantó todo lo que podía y sabía después de jubilarse, que no era poco, fue de los primeros miembros del Coro de Logrosán y era persona tremendamente honrada, discreta y diplomática. Pocas veces hablaba si no se le solicitaba, y seguro, seguro, que en cualquier conversación tenía algo que decir, pero, ya se sabe: la discreción es una virtud que suele pasar desapercibida, y ahora, si quereis, me aplicaís el siguiente dicho a mí…o a mi padre, los dos somos «sacamuelas», y ésto es un proverbio oriental: » El que habla no sabe. El que sabe no habla».
Todos nos lamentamos cuando perdemos a un ser querido, y a mí me hace gracia, no los disfrutamos vivos, pero nos damos cuenta al perderlo de que es irremediable y que se nos va algo de vida. Hagamos la reflexión inversa, alegrémonos , juntémonos los que lo queríamos y hagamos una celebración sin llanto, preciosa, en la ermita de Santana en la que nos citamos un año después de su muerte a celebrar el haber conocido a Goyo y haber compartido con su gran humanidad cosas tan bonitas, conmigo ya estaba antes de morir, y ahora después, mucho más presente. Habló Choni, Miguel Gómez tocó la flauta con Noël a la guitarra, Nathalie el piano, yo canté e hice cantar a todo el mundo, el coro cantó precioso, sus hijos también, inolvidable el «Pedro Navajas» de mi primo Jacinto, todo está grabado, y, ya en la calle, comimos y bebimos, para terminar diciendo que a ver cuándo moría el siguiente, porque ese festejo inédito había quedado muy bien.
TEXTO LEIDO EN EL FUNERAL DE GOYO (el «cabodeaño») está un poco retocado, pero lo fundamental es presente, en la Iglesia queda mal decir ciertas cosas.
Goyo se nos ha ido, pero nos ha dejado impregnados de su grata persona, hasta el punto de preguntarme ahora cuántos caracteres de mi forma de ser y de mi personalidad vienen directamente pulidos de su mano. Se me ha ido alguien que podía entenderme (¡¡¡y qué poca gente hay que me entienda!!!!). Fue mi primer maestro, también el primero que me arreó un tortazo fuera de casa, pero con tal falta de ganas, que más que tortazo se quedó en caricia, siempre se lo perdoné; me pegó porque estaba dando a toda la clase y aunque yo era hasta tres y cuatro años mas pequeño que los demás, se comprende que no podía hacer de mí una excepción. Nos leía a todos HUCKLEBERRY FINN en las escuelas nuevas, esas tardes lluviosas y grises en las que nos ponía a imaginar paisajes y personajes con fondo de Mississipi, parece que fue ayer.
Y ha sido también después (hay ser de real casta y tenerlos bien puestos) uno de mis primeros alumnos …de coral, de voz, de música…dotado con el carácter humilde del que quiere aprender, sea como sea y cueste lo que cueste, aunque piense que es un poco mayor, pero…¡¡¡¡Dios mío!!!!: con unas ganas que dejarían en la cuneta por un tubo a personas mucho más jóvenes de edad, que nunca de espíritu, que él.
Siempre lo he visto igual, igual de ilusionado, igual de entusiasta cuando se entusiasmaba, igual de encariñado, igual de enamorado de la vida, de la pintura, de la música, del canto, de todo. Y salpicaba alegría y felicidad cuando se le salía esa risa floja, convulsiva, imparable, desternillante y fuertemente contagiosa que han heredado todos sus hijos.
Goyo era hermoso, siempre lo fue, porque la belleza se lleva en el porte, en la actitud y en el alma, y él era muy guapo a pesar de sus gafas, esas gafas de miope irredento que formaban a la postre parte insustituible de su seductora cara. Extravertido cuando se animaba, no dudaba en apuntarse a un bombardeo si se lo proponían.
Le encantaban los niños, era capaz de estar observándolos horas y horas como si fuese él a su vez uno de ellos y lo que tenía delante, el juguete más importante de la creación . Siempre me asombró su manera de poder volverse a su vez niño cuando algo lo llamaba, y empecinarse hasta conseguir lo que quería, sin violencia, sin prisa, con ilusión, tesón y trabajo.
El día que él murió, ese cielo, que lloró tanto para Don Benigno, rindió de nuevo un hermoso homenaje, esta vez a Goyo, vistiendo de blanco enteramente la provincia de Cáceres, tanto es así, que creo que nunca hemos visto tan bonita nuestra hermosa capital de provincia, y , completamente anacrónico, el espectáculo de una quitanieves faenando en el Paseo de Cánovas. Sé que él me ha respetado profundamente, incluso en momentos difíciles, y yo siempre he sentido por él un afecto muy especial . Con Goyo se me van ansias de infancia y versos de futuro, se me va media vida de solaz teñida, de afición compartida, de placer de conversar con quien tomó el puesto de mi padre prematuramente muerto, de gusto por algo que ni se aprecia ya: la libertad, la libertad de pensamiento, la libertad de todas las personas, libertad con mayúsculas, ese concepto que se pierde en normativas y cacheos …cada vez más.
Y el respeto a la gente, las menos y las más, y el arte de tratar a todo el mundo de igual a igual. Me siento orgulloso de haber compartido con él cosas muy finas e impalpables. Ecuánime, comedido y prudente, no se metía con nadie, ya que siempre intuía a quien tenía delante…sagacidad lo llaman, creo.
Por hoy termino, vaya, para él, un regalito póstumo que seguro que aprecia en lo que vale. Es de Quevedo y lo quiero para él entero y vero. A mí sólo me queda por decir: hasta la vista, profesor, gracias a la Vida por haberte puesto en mi camino y gracias, Goyo, por todo lo que nos has traído y que ha sido todo muy bueno, sin eufemismos!!!
Amor constante más allá de la muerte
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día;
i podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisongera:
mas no de essotra parte en la rivera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
i perder el respeto a lei severa.
Alma, a quien todo un dios prissión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido;
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

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