Localismos : La vieja aldea hurdana

Por Amalia Martín.

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Esta semana hablamos de localismos –esas palabrejas y expresiones propias de un determinado lugar que conformaron generaciones anteriores en épocas de nuestros queridos abuelos-.

Entonces no existían anglicismos, americanismos ni peroratas similares porque nuestros ascendientes gozaban de un lenguaje rico e intenso que manejaban a la perfección.

Quizá los más jóvenes con tanta web, power point, blogs, chats online, email…y paparruchas del mundo moderno no entiendan ni pajotera pero os aseguro que estos vocablos hibernaron en la vida cotidiana de nuestros ancestros definiendo un contexto social, histórico y regional único.

Os dejo un pequeño relato atiborrado de localismos fácilmente entendible para la gran mayoría.

¿Y tú joven, puedes decir lo mismo?

LA VIEJA ALDEA HURDANA

 

 

Échate pallá, arrejuntáos a ver si cabemos tós en este cuchitril, dijo Manuel al cobijo de la lumbre tullido de frio.

-Tais tós arrecíos, respondió Andrés que llegó a tó meté más colorao que un bejino y hecho un adefesio con la chambra chamuscá y un viejo chapero.

El frío del invierno empezaba a hacerse notar en la vieja aldea hurdana. Las primeras nieves teñían de blanco la serranía cacereña-

-Esta noche ni echándome un cobertó en la cama he entrao en caló y mi Antonio se ha pasao to er tiempo andando de la ceca a la meca y al cañaveral.

-Y al final se cayó de bruces en la cama como un ceporro murmuró la señora Leo con toa la cachaza del mundo sin achantarse ni una mijina.

  • ¿Y por qué lo sabes tú? vieja Carracuca.

-Estas paredes son de chichinabo. Ya sabes el viejo refrán: una vieja araña, cien moscas apaña.

Vamos, coge las viandas del colgaero que entremos en caló pa templar los nervios, se dijo el pobre Manuel que conocía el percal. Repartió una buena tajá de la jacina y pasó el piporro como buen aldeano entre las miradas de los más allegaos que empezaban a entrá en caló a pesar de la pelona que caía en el exterior.

-Vamos, come y calla que son trincayas, dijo Andrés medio añurgao.

Se aviaron con lo dispuesto en la mesa pa después repanchingarse agazapaos en el mismo habitáculo cochambroso toa la tarde hasta que la noche arremetiera contra el día.

Ya no pudo aguantar más. Se levantó la mujer del Antonio y un sopapo la metió a la señora Leo por gallareta que la quedó aviá pa to el día con la cabeza medio daleá. Puso en entredicho la dignidad de su hombre.

-Toma, por mezucona, vieja Carracuca.

Un portazo dio la Mari y se fue a echar una cabezá tras el escaliento. -Eres más mala que un doló susurró con una sonrisa maliciosa- ¡De ese bicharraco qué puedes esperar!

 

(En memoria de nuestros dialectos, nuestras tradiciones y nuestro pueblo)

 

Amalia Martín

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