Hace ya meses que unos vándalos destrozaron estas dos farolas de la entrada del pueblo, las que dan la bienvenida a los que entran en Logrosán, y así siguen. Aunque cumplen su función de alumbrado, parece poco adecuada la imagen que se muestra ante el visitante (y el paisano) que justo acaba de entrar en este, nuestro pueblo.
El vandalismo es ese mal de nuestros pueblos y ciudades que hace que unos pocos desdibujen la buena imagen que todos queremos dar del lugar donde vivimos. Ese mal que nunca estará suficientemente castigado y que se basa en el estúpido principio de hacer daño por hacer daño, sin ninguna otra finalidad. No es romper para robar o para obtener un beneficio, es la expresión más dañina de un ser sin principios… o de una chiquillería salvajemente educada. Aunque una vez hecho el mal, ahí debería haber estado ya nuestro Ayuntamiento para repararlo.
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