AMIGOS PARA SIEMPRE
Tengo que emplear mucho más de una palabra para describir a aquel que fue mi gran amigo, mi alma gemela, y mi colega en muchas aventuras y algún que otro tártago, aunque ya se sabe que los roces no producen siempre el cariño y que, de vez en cuando, hay encontronazos, desdenes y heridas de entidad variada cuando la proximidad de dos personas sensibles es tanta… que se termina deformando la textura de la comunicación. Desde entonces hemos pasado los dos por todo y de todo. Avatares, historias, trayectorias de desarrollo personal y ubicaciones distintas o muy distintas, con largos períodos incluídos de abandono absoluto de la relación.
Afortunadamente, un pueblo es caldo de cultivo de amistades eternas, imposibles de romper cuando el carácter tiene buena base, por suerte. Aunque pasen los años, el lugar, las familias, los antiguos amigos y los conocidos nos reunimos de cuando en cuando. Afortunadamente, el mismo pueblo, que nos alejó una vez, al cabo de muchos años me volvió a cruzar los caminos…Y hasta el día de hoy llega una de las amistades más sólidas, bonitas y nutritivas, con la que la vida me ha regalado al alma.
Juan Francisco Caminero siempre fue Caminero hasta que él decidió que teníamos que llamarlo Juan Francisco, como su abuelo, al que sigue adorando y del que habla siempre. Los niños de hoy, que no viven una relación continuada con los miembros mayores de su familia, no saben lo que se están perdiendo. La cercanía de los abuelos es vital para el desarrollo afectivo y personal de los pequeños.
Todos hemos vivido en la infancia traidos, llevados y rodeados por personas más o menos cercanas y que, aparte siempre, las del género femenino, y no todas, habían crecido siendo víctimas de estructuras sociales basadas en el ejercicio del poder, y con el ejercicio continuado de ese poder, sobre el más débil, o sobre el que se tiene debajo en el escalafón, siempre aparece el abuso, siempre proviniente del que más poder y dotes de mando está en condiciones de ejercer. Cuando alguien me dice: «Manolo, es que no sabes mandar» no puede ser consciente de lo elogiado que me siento, porque detesto el poder, y, por extensión, a aquel que lo ejerce, simplemente porque, a lo peor, me vería tentado a abusar de él. Es muy difícil escapar a su insano influjo.
Juan Francisco Caminero es alguien con una personalidad fuerte y unos principios muy arraigados. Siempre nos hemos caído bien porque ninguno de los dos éramos, en absoluto violentos. Por eso creció y creció nuestra amistad durante la época del Colegio de Logrosán, luego cada uno se fue por su parte y Guadalajara no estaba al lado de Cáceres ni Madrid cerca de Barcelona o Sevilla.
Tuve que asistir a un curso en Barcelona y alguien, creo que fue mi madre, me sugirió que fuese a su casa. A mí me pareció bien. Hubo problemas logísticos y, ya en la ciudad, con la maleta por la calle, yo no tenía ni su teléfono, ni su dirección, ni cosa parecida, conseguí hablar con mi madre y me lo proporcionó. Aún no existía la telefonía móvil. De noche. Muy tarde para todo. Conseguí llegar y, poco a poco, fue como redescubrir una realidad gloriosa que nunca debería haber «desaparecido» de mi vida.
Me sorprendió, de sopetón la cantidad y cantidad de libros y cajas de libros, que había en su casa. Acababa de mudarse y muchas de ellas, aún conservaban la cuerda. Me gustan los libros, son de los mejores amigos, siempre están ahí cuando los necesitas, así que no me quedó más remedio que extasiarme. Me contó una historia que yo nunca habría esperado, él venía a mi casa, cuando éramos niños y veía que yo tenía una biblioteca. Vuelvo a insistir, mi padre era un bulímico de la palabra escrita y conocía y sabía de muchísimas cosas porque le fascinaba leer y estudiar, el saber era su obsesión. Pues a Juan Francisco parece que se le saltaban todos los indicadores de una sanísima envidia, cuando veía mi biblioteca, pienso que me podía haber pedido prestados libros, pero creo que nunca lo hizo. Es más, cuando andábamos por Logrosán, nunca me dijo lo que le inspiraba mi pequeña biblioteca de metal al lado de un armario. Ahora, seguramente, tiene más libros que yo y ha leído mil veces más que el que escribe esto. Sabe de todo, disfruta con la muy buena literatura, es un gran erudito, una de las personas más maduras que conozco, y a mí me luce lo que no está escrito hablar con él, a pesar de que tiene cierta tendencia a pensar que a él el Universo no se confabula para ayudarlo, como un puntito de sana resignación que, a veces lo desanimara de cualquier idea que no esté sólidamente anclada a la tierra. Sinceramente lo admiro en muchas facetas y sigo pinchándole para que escriba, porque sé que tiene muchísimas cosas que decir y sabría hacerlo perfectamente.
Nos encontramos con un problema, Juan Francisco, como todos nosotros, fue educado en el miedo al poder establecido y en la indefensión aprendida. La indefensión aprendida es la que, consciente o inconscientemente, crea seres que piensan que no pueden hacer nada, porque, de cien partes diferentes, les ha llegado de cien maneras diferentes esa frase lapidaria y horrible para los niños «es que no sirves para nada». A mí, eterno inmaduro, me ha costado mucho salirme de esa «sopa maldita» y empezar a pensar por mí mismo saltándome a la torera los mensajes destrozafuturos de envidiosos e incautos inconscientes, cobardes conniventes con el Sistema que propicia y mantiene esa situación. A la persona que vale, se la intenta arrinconar a ultranza, por una sencilla razón: hay mucha gente que tiene mucha fama….y luego resulta que todo era falacia, engaño, hipocresía y cien modalidades de enchufe….El Sistema solamente puede colocar en el Sistema a aquellos que aceptan a pie juntillas sus injustas reglas y normas. Para eso nos educan, para aceptarlas y pensar que no vales para nada.
Insisto, Juan Francisco tiene que pensar que él es el único que puede hacer lo que solamente él puede hacer, y estoy seguro de que sabe, y puede, hacerlo muy bien, es él mismo, y a lo mejor necesita un millón de camiones de autoestima, esa que nos masacraron, a diestro y siniestro, de mil maneras, a todos y cada uno. Esa que nos hizo pensar a muchos que cualquier cosa que viniese de fuera siempre sería mejor que los tesoros que teníamos en Logrosán. Muy bien escondidos detrás de fachadas engañosas y comentarios directos hirientes y sádicos con personalidades frágiles en formación. Sé que nadie fue consciente, sé que no solamente se educaba para la anulación de muchos niños en un pueblo de la España profunda, y sé que esa educación anti libre pensamiento ha sido reiterativa en la Historia de la Humanidad. Pero también sé que todos esos cánones dirigidos a crear, en lo posible, poca gente que pueda «medirse» con los familiares y amiguetes de prebostes del Sistema, está destruyéndose en su propia mentira. Y es que nada que no sea humano ( y menos un Sistema) es digno de la HUMAUNIDAD, y está condenado al más rotundo fracaso, ya lo estamos viendo. No nos hemos empezado a reir aún.
No hay ninguna persona que no valga para algo, de hecho hay muchos que valen para mucho, pero se necesitan estímulos coherentes, mucho cariño, comprensión y una paciencia sin límites para sacar adelante a una gran persona. En estos mismos momentos, todo está cambiando a una rapidez impresionante. Decía Einstein que tenía muchísimo miedo de que el espíritu de las personas no evolucionara de forma paralela a la increíble trayectoria de los avances científicos, pero a mí ya no me queda ninguna duda. El espíritu y la moral humanas, gracias a Internet y las redes sociales, que fueron creadas, y no me cabe ninguna duda, con el objetivo de manipular información y espiar a todo el mundo (Snowden y Assange serán los héroes de la HUMAUNIDAD en los textos del futuro), están siendo sabiamente usadas por las personas honradas y conscientes para socavar y destruir ese sistema esclavizante que nos ha robado gran parte de la vida a todos y cada uno. Lo siento, lo sé, y me encuentro muy feliz de hacéroslo saber con una gran dosis de optimismo.
En mi casa había libros sobre Roma, Egipto, Historia Antigua. La Historia es un tema genial que apasiona a Juan Francisco, de hecho es licenciado en Historia, y, en estos momentos, es una de mis principales fuentes de información en ese terreno. Inspirados por Doña Antonia, que nos sopló la idea, nos metimos en un berenjenal unos cuántos alumnos del mismo curso para escribir un poco sobre la Historia de Logrosán. De la cual, evidentemente, no sabíamos nada, porque poca gente sabía nada, ni sabíamos que la primera vez que aparece la palabra «Argentina», para referirse a ese gran país, es en un texto de Martín del Barco, historiador de nuestro pueblo, ni que Logrosán vendía estaño a los Tartesos, ni que vivíamos encima de un batolito radiactivo ni que la zona es mágica por naturaleza.
Justo era el encargado de hacer las fotos, como buen hijo de buen fotógrafo, su padre, Manolo, me dió una de las mejores lecciones de vida cuando me disculpé por haberle hecho esperar tanto en mi consulta y me contestó, con esa sonrisa de comprensión eterna que siempre lo adorna: «no te preocupes, Manolo, en mi oficio he aprendido a tener mucha paciencia y ese problema lo tengo resuelto, te comprendo». Acompañando a Justo, íbamos Juan Francisco, mis dos amigos «Colorines», Agustín y José Sanromán, de los que hablaré más extensamente por la Santa Lucía, Jacinto, cuando venía y yo, que con imaginación delirante y desbordante, veía de todo por todos sitios. Comenzamos a mirar por el pueblo, y sobre todo por la Fuente del Moro y la Sierra. La Sierra era de todos, pero poca gente había por allí. Nos hicimos fotos con una piedra de molino, en las murallas del antiguo castillo árabe y en la toza del «hospital». El trabajo quedó concluído, pero muy flojito de todo, eso sí, el reportaje fotográfico le dio una dimensión especial.
En la sierra de San Cristóbal hubo una ermita, la de San Cristóbal, que tenía al santo, en su interior, y que quedó abandonada cuando se organizó una procesión, a la que asistió mi abuela Catalina, para bajar la imagen a la ermita de la Virgen del Consuelo. Esa Sierra se llamó Al Morra durante la dominación árabe, es una catedral natural, foco geodésico sobre el cual se puede uno sentir en sólido contacto con la inmensa energía interior de la madre tierra, plaza de observación privilegiada de la vega del Guadiana, allí nadie nos vigilaba, la hemos trepado en innumerables ocasiones.
Con la “patrulla X” hemos buscado, y encontrado de todo…y todo sin mucha importancia; trozos de vasijas, minerales, restos de otras culturas anteriores. Incluso bajamos una piedra de molino que me han terminado robando de mi propia casa en Villaviciosa. El Foro es el Foro, y no toda la gente de esta zona es tan sana como pudiese uno desear, es más, muchos de ellos, cuanto más dinero tienen…más prepotentes y menos sanos resultan. Escucho a tantos quejarse de la gente de Logrosán, pues no saben muy bien lo que se cuece por ahí fuera.
Subimos a la sierra decenas de veces, incluso intentamos hacer un agujero en una gran piedra que sonaba a hueco…buscando un tesoro. Unos cuantos días de trabajo para un agujerito de unos escasos tres centímetros de profundidad, eso sí, la enorme masa granítica siempre sonaba a hueco. Nunca la he vuelto a encontrar. Para la subida siempre usábamos el camino del Toril, la falda Norte, empezaba muy cerca de mi casa. El callejón que iniciaba la subida era un vertedero alternativo al clásico, y atestado de porquería, de la callejina Aguilar . Subida abrupta y abrupto camino rodeado de zarzas sobre bardales. En tres ocasiones he intentado volver a subir usando esa ruta, pero las zarzas son tan espesas que me ha sido imposible. No sé cómo estará ahora. Después de un ratito subiendo se llegaba al Toril, la primera vista atrás para ver el pueblo, primer descanso antes de atacar la falda norte para alcanzar el segundo puesto de descanso: una cueva que hay en la ladera y en la que a veces nos hemos guarecido durante alguna tormenta repentina. Siempre pensé que habría acogido a más de un caballero árabe, ¿por qué árabe?…no lo sé, pero sentía el espíritu en el interior de la cuevita, donde había un charquito de agua. Muy romántica de idílica.
Más arriba, desde lo alto, el pueblo parecía un cohete, o un avión, decían otros, ahora parece más bien una especie de araña con patas, pero, desde la Sierra, y para mí siempre «Logrosán es un avión».
De ahí, a la liturgia de bajar con los bolsillos llenos de piedras raras o bonitas, y cuarzo, mejor, o peor fabricado por la madre naturaleza. José Gabriel, que no formaba parte de nuestra patrulla, se transformó en héroe popular al encontrar una vez un hacha de piedra del Paleolítico, o ¿era Neolítico?…que se llevaron, religiosamente al museo de no sé dónde. Cuando en Logrosán deberíamos haber tenido, antes que nada, uno de referencia nacional, ¡con la Historia que soportamos y que nos remite a los primeros pobladores con toda seguridad!.
Un día, desde lo alto de esa falda Norte, bajando hacia el Toril, porque regresábamos a casa, el trastillo de mi primo Jacinto, sin ni siquiera avisar, se echó a correr a toda velocidad hacia abajo y en línea recta. Yo era mayor, y, evidentemente, era yo quien respondía de él. Intentamos imaginar cómo podía pararse y no daba con ninguna solución que excluyera un cierto tipo de violencia, porque cada vez iba más rápido, es más, toda la falda está llena de piedras y canchas, vamos: sembrada. Pues el pobre, evidentemente, no podía parar, cada vez iba más y más deprisa. corriendo y saltando. Al final, lo único que nos quedaba por hacer era disfrutar del horrible espectáculo para ver cómo terminaba. Gracias a Dios no se estampó contra cualquier hito de los que salían, ni se clavó ningún tronco de retama rota en cualquier lugar de su anatomía. Al final de la carrera se levantaba el primer bardal de una cerca. Bardal es el muro que rodea una propiedad, no las zarzas, lo que pasa es que a las zarzas las hemos terminado llamando bardales…simplemente, porque en el pueblo, muchos bardales están recubiertos de zarzas. Mira tú por dónde, aquel muro no tenía zarzas, ¡¡¡menos mal!!!. Una suerte que flipas, hermano. Se intentó agarrar al muro para pararse, pero arrastró todas las piedras yuxtapuestas y cayó al interior de la cerca, unos dos metros por debajo. Tras él cayeron unos cuantos pedruscos más. Cuando pudimos llegar para ver lo que había pasado, lo encontramos tirado en el suelo, rodeado de grandes piedras de granito a los lados de la cabeza y el cuerpo. Creo que estaba absolutamente partido de esa risa floja, medio histérica, medio inconsciente, a la par que encantadora, característica de su familia. Se había tiznado las piernas, la ropa, tenía un par de rasguños y poca cosa más. En la “tiná”, lo lavamos y adecentamos lo mejor que pudimos y creo que en su casa, tía Inés ….ni se enteró. Un milagro no es lo que sucedió, sino dos o tres a la vez. Mi primo Jacinto tiene baraka, nació con baraka, y, cuando se nace con baraka, se es acompañado por ella toda la vida. Y yo me alegro, porque con él me siento protegido por su santa “baraka”.

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